Francisco Candel y la Guerra Civil en el grupo de casas baratas, Eduardo Aunós.
Tras la publicación de la novela «Donde la ciudad cambia su nombre», publicada en 1957, es donde Francisco Candel alcanza una popularidad sin precedentes, pero llena de críticas y malestar general manifestado por sus conciudadanos al ser alguno de éstos puestos en evidencia por sus fechorías cotidianas y pensamientos, a veces con picardía y otras por ignorancia, que sin malicia alguna brotaban sin intención de ofender a nadie, pero que sin miedo alguno se defendían y se integraban sin tapujos con las enrevesadas palabras catalanas que según Candel -más enrevesadas para sus estropajosas lenguas murcianas de sus moradores-, y con una vida muy diferente a la que habían llevado en sus lejanas tierras, y que ahora eran vistos como personas trabajadoras pero distanciadas de la sociedad barcelonesa, donde ellos se encontraban sumisos y olvidados en una barriada creada para tapar las vergüenzas de Barcelona. Todos o casi todos sus habitantes procedían de Montjuïc y de Magòria, donde sus moradores vivieron o mejor dicho resistieron a la dureza extrema de una guerra que destrozo la vida de muchas familias, perdiendo a sus maridos, hijos y seres queridos. Sin embargo, se sentían personajes libres dentro de su desgracia en un rincón escondido y lejano de la realidad cotidiana de la ciudad, donde todos o casi todos exponían sus formas de ser y realizaban hechos sin maldad, pero a la vez con mucha imaginación, cosas simples y sencillas de aquellas primeras gentes que fueron ocupando las 533 viviendas que el Patronato de la Habitación había construido para tapar las miserias del barraquismo.
No obstante, aquellas personas fueron capaces de vivir juntas en un núcleo donde se expresaban y realizaban sus costumbres culturales que su propia naturaleza les había marcado y que en su proceder desde lo más profundo de su ser, se manifestaban sin miedo a ser criticados, siendo sus historias descubiertas en unas hojas de papel escritas que, cara al resto de la ciudadanía del mundo, empezaron a ser leídas y conocidas con gran entusiasmo las anécdotas personales que ensalzaban al escritor, pero que enojaron tanto a aquellos protagonistas invisibles, personas humildes que solamente trataban de vivir la vida que acababan de emprender dentro de un barrio donde todo se sabía, donde las noticias corrían de puerta en puerta como la espuma. Hasta que un día, los habitantes de las encolerizadas Casas Baratas quisieron linchar al vecino ciudadano que desveló muchos de los secretos guardados tras las puertas de sus humildes y deterioradas viviendas. Sin embargo, hay que aceptar, que aquellas historias personales se convirtieron en una ventana abierta hacía el exterior, para ser reconocidas su forma de vivir, la existencia de sus fiestas y tradiciones culturales, de aquel grupo de viviendas económicas, alejado y oculto de la gran urbe.
Tal fue el escándalo producido por aquella novela que el escritor tuvo que realizar una nota o aclaración en su siguiente obra, dejando claro su intención de que no le gustaba la literatura de escándalo y que no le agradaría pasar a la posteridad -es una pretensión- con este remoquete. Por un perro que mate, mataperros me llamaron. En su siguiente novela titulada «Han matado a un hombre, han roto un paisaje», publicada en 1975, es donde Francisco Candel, deja clara su intención de que nadie busque parecidos o realidades en esta ficción. Confesando que en ella ha barajado los cuatro sobados y manidos tópicos que se dan en todos los arrabales de todas las grandes ciudades industriales en los cuales la urbe avanza sobre el campo. Recalcando el escritor, que cualquier parecido con circunstancias o circunstantes será mera casualidad. Advirtiendo también, que igual que los nombres propios -Francisco, Pedro, José, todos – no son privativos de nadie, tampoco lo son los motes o apodos, como, por ejemplo: Grúa, Costipao, Gangrenica, Sesentaynueve, etcétera.
Contenido
La vida en las Casas Baratas en tiempos de guerra.
La guerra seguía su curso, los hombres se iban marchando al frente, pocos volvieron, y los que lo hicieron, llegaron enfermos o mutilados. Las mujeres que se quedaban viudas se volvían a casar rápidamente, si encontraban hombre. Si alguna familia había muerto o había huido, la casa, enseguida era ocupada por otros familiares. Pocos se marcharon al final de la guerra. Nada más los que se habían manchado las manos con sangre. Para colmo, la República, adelantó la quinta del 39, o sea, los nacidos en 1918, hubieran o hubiesen cumplido los 19 años, por lo que la barriada volvió a perder a más jóvenes, donde la mayoría fueron incorporados al frente de Teruel, siendo uno de estos jóvenes, mi padre. Así la vida en el barrio siguió normalmente, aunque ya se había empezado a sentir los primeros cañonazos que el crucero nacional Canarias, realizaba desde aproximadamente 16.000 metros de distancia mar adentro enfrente mismo de la Farola del Llobregat, el día 10 de noviembre de 1936, sobre la C.A.M.P.S.A. y el Aeródromo del Prat. El día 22 de julio de 1937, realizó una incursión de nuevo sobre la costa barcelonesa y volvió a bombardear, esta vez, sobre el Puerto de Barcelona y la ciudad.
El primer bombardeo fue por barco. Y de noche. Ya medio se ha dicho. Comenta Candel.
Mientras tanto, el primer bombardeo aéreo sobre la ciudad Condal llegaba el 16 de marzo de 1937, y ya no cesarían hasta finalizada la guerra. Sin embargo, sería en uno de estos bombardeos el que protagonizaría la desgracia, dentro de las desgracias, la más demoledora de todas en la barriada, y no las navales, cuyos obuses cruzaban el espacio aéreo de la Marina y Montjuïc originando un silbido estremecedor hasta que explotaban en la ciudad.
Las represalias no afectaron a muchos de los habitantes, pero si los hubo y muy cercanos a nuestras familias, pero pudo hacer más estragos la tuberculosis de los años cuarenta, hasta que se descubrió la estreptomicina, que no durante la guerra, entre las Casas Baratas.
Dicen que muchas veces se refugiaban en el barrio militantes de la resistencia, y que muchas veces también habían controles de la Guardia Civil. Cuantas veces los muros de la fábrica del Prat Vermell de la calle 1 ( Ascó ) saltaron corriendo, para salvar la vida de algún maquis, y también de algunos que eran denunciados por sus propios vecinos. Uno de ellos no sé como se lo hizo que al día siguiente de llegar las tropas de Franco -26 de enero de 1939-, ya era falangista y estaba bien situado; comenta Candel. El Ejército Nacional había entrado en las Casas Baratas el 25 de enero de 1939 por la tarde a través de la línea ferroviaria de la M.Z.A., procedentes del Prat de Llobregat. De nuevo unas tropas ocupaban nuestros terrenos. Unos soldados de un brazo de la Columna de Ejército de Navarra, ocuparon la Estación de Mercancías de Casa Antúnez y el grueso de las tropas entraron y cruzaron por una de las esquinas de la barriada, dejando posicionados estratégicamente a algunos soldados con una o varias piezas de artillería en el campo del Magarrinyas y en la falda de Montjuïc, para avanzar en dirección a Colon por Casa Antúnez y el Morrot. El 26 de enero de 1939 Barcelona capitularía. Se comentó que Franco esperó a dicho día para devolver la derrota que las tropas castellanas habían sufrido en la Batalla de Montjuïc el 26 de enero de 1641 contra las tropas catalanas, con el fin de que quedara borrada de la memoria histórica con su entrada triunfal en la ciudad.
Cuando las ideologías muestran su cara oculta.
En las Casas Baratas desde el principio de la guerra la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.), tomó la iniciativa creando unas defensas en la entrada a la barriada, veamos lo que nos cuenta un viejo cenetista y Candel en su obra «Petit Mon»: 1
Recuerdo nada más que el 19 de julio de 1936 era domingo y fui a misa con normalidad. Fueron todos los niños que pertenecían a un grupo de colonias de la parroquia, porque al día siguiente tenían que ir a un campamento de diez días. El cura dijo la misa rápidamente. Estaba muy nervioso y nos echó fuera de la iglesia todo justo cuando terminó, diciéndonos que al día siguiente no irían de excursión. Esto nos contrario mucho. Todo seguido vimos como se levantaba una barricada en la entrada de las Casas Baratas, en el Paseo de la Zona Franca, que a las horas era un magnífico paseo con centenares de árboles, que posteriormente han sido cortados. -La barricada nos dice el viejo cenetista-, la levantaron los de la C.N.T., por si acaso, pero no hizo mucho servicio, porque las casas quedaban lejos de la zona de los combates. Los de la izquierda levantaron otra barricada más abajo. Sirvieron nada más para controlar los que pasaban. Las armas, las consiguieron de unos barcos que estaban atracados en el muelle. Aquí en las Casas Baratas todos eran de la C.N.T. y de la Federación Anarquista (F.A.I.), exceptuando tres o cuatro de la Unión General de Trabajadores U.G.T., que se reunían en la casa de uno de ellos».
El comité lo formaron un grupo de oportunistas sin los principios que les guiaban la generalidad de los militantes.
Antes de la guerra, la C.N.T.-F.A.I., no tenía local hasta que se ubicó en el pabellón de madera del antiguo colegio de San Raimundo de Peñafort, que anteriormente había sido de las Juventudes Libertarias (JJ.LL.) o Juventudes Anarquistas (JJ.AA.), conocido también como el «colegio de los ojos malos», porque se utilizó para los niños inmigrantes enfermos de «tracoma».
El control cenetista empezó a decaer cuando el gobierno de Largo Caballero cayó y con él dos ministros de la C.N.T.; Federica Montseny y Juan García Oliver. En mayo de 1937, es nombrado Presidente del Gobierno el socialista Juan Negrín, que de la mano de Indalecio Prieto ingresó en el Partido Socialista Obrero Español (P.S.O.E.) en 1929 durante la Dictadura de Primo de Rivera. Al formar gobierno Juan Negrín, concede a Indalecio Prieto el puesto de ministro de Defensa Nacional, y este accede a crear junto a Nikloski Orlov general de la N.K.V.A., que ejercía como jefe de la política soviética de Stalin en España, el nacimiento en agosto de 1937 del Servicio de Información Militar (S.I.M.).
El local del S.I.M., se ubicó en el Camino del Prat Vermell, a continuación de la Colonia Bausili muy cerca del Paseo de la Zona Franca, o sea, prácticamente en la misma entrada a la barriada. Su objetivo fue tal y como cuentan las fuentes consultadas, extenderse como una tela de araña sobre las pequeñas y grandes unidades del ejército, creando una red policiaca que incluso se introdujo en el interior de los partidos y organizaciones, vigilando y controlando estrechamente las actividades de sus militantes. Construyeron sus propios campos de concentración y prisiones secretas. Practicaron la táctica terrorista más cruel e inhumana que fue el secreto de sus éxitos. Pero este mismo sistema de tortura fueron aplicados a los elementos antifascistas no comunistas, el caso más conocido fue el del comunista no ortodoxo Andrés Nin, presidente del Partido Obrero de Unificación Marxista (P.O.U.M.), siendo torturado salvajemente y asesinado posteriormente por la policía política soviética en una de las prisiones secretas de España, que pasaban desapercibidas al control del propio Frente Popular español. Por otro lado, muchos cenetistas, miembros del P.O.U.M. y de la Federación Ibérica de las Juventudes Libertarias (F.I.J.L.), fueron perseguidos, torturados y asesinados, encontrándose incluso algunos de sus cadáveres en los campos y localidades cercanas a la ciudad. Esto originó que entre las fuerzas políticas y el gobierno se crearan unas hostilidades tan profundas que unidas a las que ya existían con los hechos ocurridos en mayo del 37, acabaran en una desunión total que conllevó a la vez a una desmoralización anticipada de los ciudadanos que poco a poco veían como sus representantes políticos y sindicalistas entraban en una guerra civil dentro de la propia Guerra Civil.
Los más jóvenes que formaban las Juventudes Libertarias Anarquistas y algunos del P.O.U.M. de la barriada se enrolaron en la Columna Los Aguiluchos de la F.A.I., de Barcelona salieron al frente desde el cuartel de Bakenin (el Bruc), que estaba ocupado por la C.N.T., hacía Huesca, otros se iban voluntarios al frente de Zaragoza.
Los hechos de mayo de 1937.
Nuestro protagonista era un joven de 19 años, la misma edad que tenía mi padre, llamado Bartolomé Ávila Martínez, en aquellos tiempos de guerra era el presidente de las Juventudes Libertarias (JJ.LL.), y vivía en la calle 12, número 406, la Miravet después de la guerra, casi junto al lado mismo del muro de la fábrica textil del Prat Vermell. Perdió la vida en la revuelta de los sucesos de mayo de 1937.
Veamos a continuación lo que sucedió durante aquellos fatídicos días convulsos y trascendentales para el gobierno de la Generalitat y lo que conllevó a la muerte inesperada del joven Bartolomé. Para ello me baso en la narración ofrecida por el escritor Hugh Thomas en su obra La Guerra Civil española, II.2
En Barcelona empezó a temerse que estallara la guerra abierta entre los anarquistas y el P.O.U.M. por una parte y el gobierno y los comunistas por la otra. Se decía que los comunistas habían inventado un nuevo lema: «Antes de conquistar Zaragoza hemos de ocupar Barcelona». Cada bando formaba depósitos de armas y fortificaba sus edificios en secreto, temiendo que los rivales atacaran primero. Los cuarteles de Voroshilov (antes Atarazanas) y de la Pedrera eran las ciudadelas de los comunistas. El cuartel Marx era la fortaleza del P.O.U.M. La C.N.T. estaba instalada en el edificio del Fomento Nacional del Trabajo. Transcurrió una semana. Se empezó a rumorear que el asesinato de Roldán Cortada había sido una provocación comunista a fin de justificar la acción policial contra los cuarteles anarquistas de Barcelona. Tales rumores han sobrevivido hasta la actualidad, pues Cortada que había sido amigo de Largo Caballero, era conocido por su oposición al espíritu «progrem» que reinaba en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (P.S.U.C). El primero de mayo, que tradicionalmente era una jornada de fiesta, transcurrió en silencio, pues la U.G.T. y la C.N.T. acordaron suspender los desfiles, que inevitablemente habrían ocasionado tumultos. El 2 de mayo, Prieto telefoneó a la Generalitat desde Valencia. El telefonista (anarquista) replicó que en Barcelona no había gobierno y los comunistas estaban convencidos desde hacía algún tiempo de que la C.N.T. registraba sus llamadas, pues estaba en condiciones de hacerlo. Acaso se limitara a escucharlas. A los comunistas nunca les ha gustado que se les escuche detrás de las puertas. El dos de mayo, una llamada de Azaña a Companys fue interrumpida por el telefonista, quien dijo que las líneas debían usarse con fines más importantes que una mera charla entre ambos presidentes. El 3 de mayo por la tarde, el jefe de la milicia de Barcelona, Eusebio Rodríguez Salas, se dirigió a la Telefónica y se personó en el departamento de censura, situado en la segunda planta, resuelto a ocupar el edificio. Aquello parecía una provocación pues el control de la Telefónica por el comité anarquista era «legal» con arreglo a un decreto de la propia Generalitat, acerca de las colectividades. Los trabajadores anarquistas abrieron fuego desde el rellano de la segunda planta contra el departamento de censura. Rodríguez Salas solicitó ayuda por teléfono. Se presentó la guardia civil, junto con dos jefes de policía pertenecientes a la F.A.I., Dionisio Eroles (a la sazón jefe de la comisaría anarquista) y José Arens (que había sucedido a Eroles en el mando de las patrullas de control). Eroles persuadió a los trabajadores cenetistas de que cesaran el fuego. Estos entregaron sus armas pero no sin antes disparar a través de las ventanas la munición sobrante. En la plaza de Cataluña se había congregado una muchedumbre. Al principio se creyó que los anarquistas habían capturado al jefe de policía. El P.O.U.M., los «amigos de Durruti», «los leninistas bolcheviques» (que eran un pequeño grupo de trotskistas auténticos capitaneados por el sagaz periodista Grandizo Muinis) y las juventudes anarquistas tomaron posiciones. Al cabo de unas cuantas horas todas las organizaciones políticas habían sacado las armas que tenían ocultas y empezaban a construir barricadas. Los comerciantes cerraron puertas y escaparates precipitadamente. Pero los anarquistas fueron más lejos y exigieron la dimisión de ambos consejeros. Éstos se negaron. Al anochecer, Barcelona era una ciudad en guerra. El P.S.U.C. y el gobierno controlaban un sector urbano situado al este de las Ramblas. Los anarquistas dominaban el sector oeste de las mismas. Todos los suburbios estaban en manos de la C.N.T. En el centro de la ciudad, donde las sedes de los sindicatos y los partidos políticos, instaladas en edificios y hoteles requisados se encontraban relativamente próximas empezó a oírse el tiroteo de las ametralladoras instaladas en tejados y azoteas. Todos los automóviles que circulaban eran ametrallados. En la Telefónica se había acordado una tregua y las comunicaciones telefónicas, que resultaban esenciales para la guerra, no se interrumpieron. La policía, instalada en la primera planta, incluso enviaba bocadillos a los anarquistas, que ocupaban las plantas superiores. Sin embargo, desde las azoteas, se lanzaban varias granadas que hicieron volar varios coches de policía. En aquellas condiciones salir a la calle en automóvil era una aventura. Lo que empeoraba la situación era el hecho de que ni en la C.N.T. ni en la F.A.I. existía la menos cohesión; la antorcha de la revolución la habían cogido los más extremistas de sus seguidores o las juventudes anarquistas. A primeras horas de la noche, los jefes del P.O.U.M. propusieron a los aturdidos dirigentes anarquistas de Barcelona formar una alianza contra el comunismo y el gobierno. Los anarquistas se negaron.
El 4 de mayo Barcelona estaba sumisa en el silencio, sólo interrumpido por el fuego de fúsiles y ametralladoras. Los comercios y edificios estaban cubiertos por barricadas. Bandas armadas atacaron los cuarteles de la guardia de asalto republicana y los edificios gubernamentales. Los comunistas y el gobierno contratacaron. La atmósfera era la misma del 19 de julio de 1939. Los ángulos de fuego eran casi los mismos que en aquella jornada épica. La policía disparaba una vez más contra sus antiguos camaradas de armas, que en julio eran soldados y a la sazón los anarquistas. Entretanto, los dirigentes políticos anarquistas García Oliver y Federica Montseny, leían por la radio un llamamiento a sus seguidores para que depusieran las armas y volvieran al trabajo. Jacinto Toryho, director de Solidaridad Obrera, se expresó en el mismo sentido. Los ministros iban llegando a Barcelona, y con ellos Mariano Vázquez, secretario del comité nacional de la C.N.T., Pascual Tomás y Carlos Rodríguez Zancajo, del comité ejecutivo de la U.G.T. Ninguno de ellos deseaba comprometerse en un enfrentamiento con los comunistas. Posteriormente Federica Montseny explicaría que la noticia de los disturbios la había cogido totalmente desprevenida a ella misma y a los restantes ministros anarquistas. Largo Caballero tampoco tenía ningunas ganas de emplear la fuerza contra los anarquistas.
Dentro de la Generalitat, Tarradellas, respaldado por Companys, seguía negándose a acceder a la exigencia anarquista de que dimitieran Rodríguez Salas y Ayguadé. Pero el 5 de mayo se llego a una solución. El gobierno catalán dimitió, siendo sustituido por un «consejo provisional» en el que no figuraba Ayguadé. En él estarían representados los anarquistas, la Esquerra, el P.S.U.C. y los rabassaires. Pero los tiroteos incontrolados seguían barriendo las calles desiertas de la ciudad, causando la muerte a quienes se aventuraban a salir de sus refugios.
El día 6 de mayo, los anarquistas proclamaron una tregua que se observó durante toda la mañana. Los llamamientos para volver al trabajo fueron desatendidos, más por miedo que por obstinación. Por la tarde se reanudaron los combates. En un cine resultaron muertos varios guardias civiles por disparos de una pieza de artillería de 75 milímetros que habían traído de la costa miembros de las juventudes libertarias. El comunista Antonio Sesé, secretario general de la U.G.T. catalana y miembro del nuevo consejo provisional de la Generalitat, resultó muerto cuando se dirigía a recibir su nombramiento (acaso accidentalmente, pues todos los automóviles eran tiroteados, aunque posiblemente como represalia por la muerte del anarquista Domingo Ascaso, ocurrida anteriormente). Por la noche dos destructores republicanos, acompañados por el acorazado Jaime I arribaron al puerto de Barcelona procedentes de Valencia y cargados de hombres armados. Prieto había logrado vencer la aversión de Largo Caballero a tomar cartas en el asunto. Cuatro mil guardias de asalto, a las órdenes del coronel Emilio Torres, simpatizante de los anarquistas (en otro tiempo había sido asesor militar de la columna «Tierra y Libertad») llegaron por carretera, después de dominar sendas revueltas en Tarragona y Reus con derramamiento de sangre: Los anarquistas locales habían volado los puentes, carreteras y ferrocarriles para impedir el paso a la columna. El 7 de mayo, la C.N.T. proclamaba por radio: «¡Abajo las barricadas! ¿Qué cada ciudadano se lleve su adoquín! ¡Volvamos a la normalidad!» Los disturbios de Barcelona habían terminado. La prensa de la época calculó el número de bajas en 500 muertos y 1.000 heridos.
Las «jornadas de mayo» barcelonesas demostraron que no se podía contar con que los anarquistas respondieran con una voz unánime a una situación dada. Se había abierto un foso entre los ministros anarquistas. Absortos en la tarea de ganar la guerra, y las juventudes anarquistas. Personajes en otro tiempo muy influyentes, como el tullido Escorza, habían perdido el control de sus proposiciones. La crisis demostró que no podría haber tregua ente el P.O.U.M. y los comunistas. La Generalitat, los comunistas y el gobierno central parecían dispuestos a actuar conjuntamente contra los extremistas, por la fuerza, si era necesario. Por último los sucesos de mayo en Barcelona señalaron el fin de la revolución. A partir de entonces se pudo decir que el Estado republicano se hallaba en guerra con el Estado nacionalista y no la revolución en guerra con el fascismo. El nuevo director de orden público en Barcelona, José Echevarría Novoa, no tardó en restaurar la normalidad en la mayor parte de las cárceles y los procedimientos judiciales, poniendo fin a la arbitrariedad que caracterizó el predominio anarquista en gran parte del sistema judicial. Pero, desgraciadamente, los comunistas pudieron de esta manera emprender con mayor facilidad su crudeza, de alcance más limitado, pero no por ello menos despiadada para los que sufrieron, contra el P.O.U.M. y otros herejes del marxismo».
Si en sus manifestaciones y prensa los cenetistas gritaban «¡ni Franco, ni Stalin»! – ¡estupendo!-, en los hechos se dejaron engañar como chavales por los comunistas. Desconcertados, los militantes cenetistas abandonaron una tras otra sus barricadas y los tiroteos cesaron, oficialmente, «sin vencedores ni vencidos».
Cuando Barcelona entierra a sus muertos, se descubren docenas y docenas de cadáveres asesinados por una bala en la nuca.3
Con el paso de los años, se han descubierto nuevos datos e informaciones de las cuales quiero añadir al relato de Hugh Thomas, el cual describe con tanto realismo lo sucedido en las «jornadas de mayo»; el primero de ellos, vital para comprender desde un punto de vista más objetivo y verídico, la dimisión del gobierno de la Generalitat, sucedido el 5 de mayo de 1937.
El miércoles 5 por la tarde, están en Barcelona los ministros del gobierno central Federica Montseny y Juan García Oliver, anarquistas, junto con Abad de Santillán, Alfredo Martínez, Pedro Herrera y Mariano Vázquez conocido como Marianet -todos de la misma cuerda – y los socialistas Pascual Tomás, Muñoz y Hernández Zancajo. Los anarquistas echan un órgado, proponen la creación de un consejo de emergencia a pachas entre la C.N.T. y la U.G.T. Companys y Tarradellas se niegan (Companys, por cierto, acaba de enviarle un teletipo a Largo Caballero adivinando que los anarquistas plantearían condiciones duras y advirtiéndole de que «conviene tenerlo todo preparado»). En medio de la negociación, llaman a Companys unos mossos de escuadra para informar de que los anarquistas tienen retenidos a ocho de sus compañeros en un local sindical. Le intiman a Companys para que retenga a Abad de Santillán en condiciones de rehén. Cuando se entera, Abad se pone como el puma de Baracoa. Agarra un teléfono y llama a un pequeño destacamento ácrata que hay en Montjuïc, al cargo de unos cañones de artillería. Les ordena que le llamen cada media hora y que, si no responde él o alguno de los otros anarquistas allí presentes, bombardeen la Generalitat.
La orden fue cumplida al dedillo, ya que el Comisario Político que comandaba aquellos cañones, era el padre de un buen amigo mío, el cual me contó, que su padre estaba destinado en la 1ª Batería de Costa Álvarez de Castro en Montjuïc, llamado Antonio Guardia Faro, el cual obedeciendo la orden que su superior político le había ordenado, enfiló las cuatro piezas de artillería de 30,5 centímetros apuntando al edificio de la Generalitat y otros objetivos militares. Este hecho surgió el efecto esperado por los anarquistas en las conversaciones que se llevaban a cabo con socialistas, y gobierno autonómico. Por otro lado y a la misma vez, el Comisario Político de la 2ª Batería de Costa Buenavista, Baldomero López García, ordenó abrir fuego sobre la ciudad, posiblemente portuaria. Sin embargo, parece ser que no hubieron consecuencias, pero si las hubo sobre dichos Comisarios. Cuando todo se llegó a estabilizar por mediación de los militares gubernamentales -guardias de asalto – que acababan de llegar desde Valencia tras la ayuda solicitada por Companys. Antonio Guardia y Baldomero López, fueron detenidos y juzgados por «Rebelión Militar», por la misma República, por obedecer una orden directa de un jerarca anarquista que en ningún momento fue inculpado de nada. Antonio Guardia, cumplió condena en la cárcel y Baldomero López se fugó a Francia.4
Sobre el segundo dato, se trata de lo ocurrido el día 6 de mayo, cuando el Comisario Político de la 10ª Batería de Sitges, José Merced Serrano, traslada una o más piezas de artillería de 75 milímetros desde la costa a la ciudad, abriendo fuego y causando la muerte a varios guardiaciviles que estaban en un cine. Fue incoado por la República en el mismo sumario 141/1937 del Juzgado de Instrucción nº10 de Barcelona, por el Juez Especial Alfonso Rodríguez Dranguet, donde también estaban Antonio Guardia y Baldomero López. Sin embargo., éste no se presentó al juicio y fue declarado «rebelde».5
Nuestro joven vecino de la calle 12, fue víctima de las ideologías políticas que acababan de enseñar su cara oculta, cayendo muerto de un disparo en la sien, el 4 de mayo de 1937. Nunca sabremos el lugar exacto donde ocurrió tal desgracia, pero lo cierto, es que Bartolomé, formaba parte de aquellos anarquistas que con su juventud y la moral bien alta, se lanzaron a la llamada de sus camaradas para defender las ideas que se habían forjado en una Barcelona convulsa y revuelta entre partidos, sindicatos y gobierno de la Generalitat. Un amasijo de órdenes y contraordenes que llegaron a plasmar entre unos y otros, una guerra civil dentro de la Guerra Civil.
Candel escribió:
El hijo era el presidente de las Juventudes Libertarias. Lo habían matado hacía poco, en la revolución de mayo, en aquella horrenda pelotera entre los de la F.A.I. y los de la U.G.T., y lo habían enterrado envuelto en banderas anarquistas, cubierto de pensamientos rojos y negros, con una gran manifestación y un inmenso funeral, desfilando toda la muchedumbre, toda, por delante de su cadáver expuesto entre el local del Sindicato o Comité, a fin de verle el tiro que había recibido en la sien, como los héroes de las películas».6
Mi madre había nacido el 9 de septiembre de 1926, era un año menor que Francisco Candel, el cual había nacido en 1925, por lo tanto, mi madre, era una niña que aún no había cumplido los 11 años de edad cuando ocurrió esta tragedia. A pesar de su corta edad, ella nos contaba, que había habido un gran entierro en la barriada con mucha gente, algo que no se había visto nunca, sólo recordaba de que había sido a consecuencia de la guerra. Ahora, ya puedo relacionar todo aquello que, a pequeñas frases aisladas las unas de las otras, iba recordando mi madre con tanto sigilo.
Pero aquí no acabaron las penurias para el barrio, al contrario, el acontecimiento que exactamente sucedería un mes más tarde, implicó también a los jóvenes de la Marina y del resto de la España republicana, y entre ellos se encontraba mi padre que ya había cumplido los 19 años. Una Orden Ministerial aprobada el 3 de noviembre de 1937 y de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del Ministerio de Defensa Nacional, Indalecio Prieto Tuero, decía:7
«Vengo en decretar lo siguiente:
Artículo primero. Los individuos pertenecientes al reemplazo de mil novecientos treinta y nueve, constituidos por quienes hayan cumplido o cumplan los diecinueve años durante el transcurso del año actual, efectuarán su incorporación a filas, a partir del día quince del próximo mes de noviembre.
Artículo segundo. Por la Subsecretaría del Ejército de Tierra se dictarán las disposiciones complementarias para el desarrollo de este decreto, del que en su día dará cuenta a las Cortes.
Dado en Valencia, a veintiocho de octubre de mil novecientos treinta y siete.
Firmado: Manuel Azaña».
La prensa barcelonesa informó sobre éste Parte Oficial, de la forma siguiente:8
«El sábado, a las diez y media dela mañana, el señor Azaña, juntamente con los ministros, el general Miaja y demás personas que componen su séquito, se trasladó al Palacio Nacional, desde cuyo puesto de observación estuvo completando todas las peticiones que desde allí se divisan».
Por otro lado, «Las Noticias», se adelantaba un día antes a informar con un completo artículo titulado: ¡Atención, Mozos de 18 y 19 años!
«La incorporación del reemplazo de 1939 se realizará con carácter de instrucción premilitar.
«La Gaceta» publicará, en su edición de hoy las siguientes disposiciones del Ministerio de Defensa Nacional:
Orden Circular.
Con objeto de completar la preparación iniciada con la instrucción premilitar, se ha resuelto que la incorporación del reemplazo de 1939, que debía tener lugar los días 15, 16 y 17 del actual, en los Centros de Reclutamiento, Movilización e Instrucción, se realice con carácter de instrucción premilitar, escalonadamente, en las indicadas fechas, en la siguiente forma:
CATALUÑA
El Comité de Educación Militar de Cataluña comunicara a los Consejos Municipales los Centros o Campos de Instrucción en que deben efectuar su incorporación los individuos de este reemplazo.
DEVENGOS
El Ministerio de Defensa Nacional no abonará devengo alguno a los individuos del reemplazo de 1939 hasta que se ordene su incorporación a filas.
El que haya de permanecer en campos de instrucción se facilitará, mientras dure su permanencia en ellos, el pan y la comida en especie.
Con arreglo a lo dispuesto en la base undécima de la orden circular de 5 de septiembre último (D.O. núm. 215), los individuos concentrados en los Campos de Instrucción tienen derecho durante su permanencia en los mismos, al recibo de los jornales o sueldos correspondientes, que les serán abonados por las empresas, entidades u organismos de que dependan».9
Bartolomé, tenía 19 años, los mismos que mi padre, quizás incluso hasta se conocían, por lo cual, también le hubiese afectado la decisión que el Gobierno de la República realizó para llamar a filas al reemplazo del 39, teniendo este su origen cuando el 8 de diciembre de 1937, el Consejo de Guerra Supremo republicano, con sede en Barcelona, decidió la conquista de Teruel.
Dentro del plazo estipulado por el Ministerio de Defensa Nacional, los días 15, 16 y 17 de noviembre de 1937, mi padre se incorporó forzosamente al Centro de Reclutamiento, Movilización e Instrucción de Vilanova y la Geltrú, un pueblo de la costa barcelonesa a muy pocos kilómetros de la capital catalana. Antes de finalizar el año, fue destinado al nuevo frente de Teruel.
Un héroe es una persona común y corriente que encuentra la fuerza para resistir y perseverar a pesar de obstáculos abrumadores. (Christopher Reeve).
Nuestro joven héroe decidió coger el camino de las ideologías políticas, anteponiéndose a seguir el camino sosegado relativo a su edad, un disparo en la sien, acabó con todas aquellas ilusiones libertarias en una revuelta contrarrevolucionaria llena de disputas partidistas que florecieron dentro de un marco incontrolable por unos y otros que acabó con más de 500 muertos y mil heridos, una guerra civil que no debió suceder para no debilitar las fuerzas y el espíritu de las tropas republicanas que luchaban en los frentes de Aragón. Todo pasa por una razón y todo pasa cuando tiene que pasar.
Su hora de morir le llegó antes de lo esperado, nadie puede evitar lo que está escrito. ¿Quizás hubiese cambiado su destino siendo enviado al frente de Teruel por el reemplazo del 39? ¿Hubiera tenido la posibilidad de sobrevivir, pasando incluso mil y una calamidades? El destino no le ofreció una segunda oportunidad, ya que son los momentos de decisión cuando éste se forja en tu camino. Sin embargo, allí, hubiera podido ser un héroe que, tras más de ocho años de sufrimientos, vejaciones, penalidades, miseria, hambre y privacidad de libertades, pudiera haber vuelto a su hogar como lo hizo mi padre y reunirse con su familia. Aunque lo lamentable de toda esta historia, es que si Bartolomé hubiera regresado del frente, solamente se hubiera podido regocijar en los brazos de su querida madre, porque cinco meses después de la muerte de éste, fallecieron su padre y su hermana….
El bombardeo fatídico.
Los días pasaban y los bombardeos cada vez eran más continuados e intensos. Cinco meses después, llegaría la tragedia más cruel vivida en la barriada. Todavía estaba presente el fallecimiento de Bartolomé, cuando un bombardeo sobre Barcelona llevaría la desgracia a los habitantes temerosos de las casas baratas. Lo que a continuación contaré ocurrió un 15 de octubre de 1937.
«No cayó ninguna bomba de pleno. Una al lado mismo y nada más».10
Por fortuna sólo una de las tres bombas que explotaron cerca de las Casas Baratas, fue trágicamente la que ocasionó todas las desgracias personales que ocurrieron aquel día 15 de octubre de 1937. ¿Pero se imaginan ustedes si los pilotos italianos hubieran abierto las espezoneras de sus aparatos cargadas de bombas? El desastre hubiera sido mucho mayor de lo que fue, porque aunque a simple vista parece que no sucedió nada, sucedió y mucho, como veremos a continuación.
Le he dado muchas vueltas al tema llegando a la conclusión de que el piloto que lanzó las bombas, o lo hizo por venganza, o se dio cuenta de que lo que había debajo de sus pies era un grupo de viviendas y supo rectificar a tiempo, porque sino no se entiende, solamente habían lanzado tres bombas muy cerca del Cuartel de San Carlos en el barrio de la Barceloneta, cuando fueron sorprendidos por las baterías antiaéreas teniendo que huir sin descargas sus bombas sobre los objetivos que tenían previstos. El motivo que indujo al piloto italiano a lanzar las bombas, no lo sabremos nunca, pero los daños que la bomba explosionada causó si quedaron reflejados para siempre entre los ciudadanos afectados de la barriada, un padre y su hija fallecieron y mi abuelo Antonio Santafé Martín, resultó herido con lesiones leves, tal y como informaba la prensa en relación a las víctimas.11
Lo que sucedió aquel 15 de octubre de 1937, es que la aviación republicana acababa de destruir 30 aviones facciosos en el aeródromo de Garapinillos cerca de Zaragoza. El Ministerio de Defensa Nacional facilitó el siguiente parte de aviación:12
Al amanecer de hoy, más de medio centenar de aviones de caza leales, procedentes de diversas bases, presentándose sobre el aeródromo que los facciosos tienen establecido en Garapinillos (Zaragoza), donde había unos setenta aparatos.
Nuestros cazas en vuelo rasante, ametrallaron a los aparatos enemigos con proyectiles explosivos e incendiarios, consiguiendo inutilizar y destruir más de treinta.
Este ataque resulto ser una de las más eficaces operaciones aéreas republicanas de toda la guerra. Y. S. Ptukhin, al mando de su escuadrilla de R-Z y de cuatro unidades de cazas (la Escuadrilla de I-15 de Serov y las de I-16 de Gusaev, Smirnov y Yeromenko) atacó el aeródromo nacionalista. Quedaron destruidos tres Ju 52/3m, cierto número de He 46 y seis CR-32. Aquella mañana los cazas rojos habían derribado ya sobre Belchite cinco CR-32 del Grupo «Gamba di Ferro».13
La reacción fascista fue inmediata y horas más tarde, y con ganas de venganza, los italianos envían una Escuadrilla formada por 3 bombarderos pesados Savoia Marchetti 81 con base en Palma de Mallorca, a la cual le ordenan atacar la ciudad de Barcelona, coincidiendo esta reacción malévola con el titulo de un artículo de prensa publicado meses antes titulado: «Los bárbaros entran en acción.»14
A cada derrota en los frentes que el Ejército Popular Regular de la República les inflige en los frentes de combate, los fascistas responden con el bombardeo aéreo de ciudades abiertas y con el asesinato colectivo de ciudadanos inermes, demostrando así su cobarde despecho.
Meses antes, concretamente a mediados de marzo de 1937, las Columnas de Ejército republicano habían conseguido derrotar tras varios días de fuertes combates y de meteorología adversa, a los aguerridos y bien dotados Cuerpos de Tropas Voluntarias (C.T.V.) italianas, a las cuales los republicanos las desarbolaron y con un desorden de cobardía fueron el hazme reír de todo el frente incluso del bando nacional.15 Desde entonces los italianos bien reforzados en todos los frentes, y tras la ironía y venganza de Mussolini, éste ordenó emprender una serie de incursiones que llevaban como objetivo: «Bombardear una ciudad abierta, con evidente transgresión del derecho de gentes y asesinando a la población civil». El 16 de marzo de 1937, empezó la primera agresión bombardeando indiscriminadamente la ciudad de Barcelona.
Por los partes de los bomberos y de la prensa barcelonesa,16 podemos saber que el ataque se produjo aproximadamente a las 19 horas iniciándose por la barriada de la Barceloneta, siendo afectada la calle Baluarte y la Plaza Magriñá muy cerca del Cuartel de San Carlos. Los bombarderos pesados S.81 entraron por el mar descargando como pudieron tres bombas, y salieron huyendo evitando las baterías antiaéreas ubicadas en la ciudad y la montaña de Montjuïc, así mismo, las luces de las pantallas de los reflectores jugaron un papel muy importante, ya que gracias a ellos los italianos no pudieron atacar los objetivos que tenían planeados.
Por primera vez nuestros soldados de vigilancia habían logrado abortar el bombardeo selectivo de la aviación nacional.
Un testigo excepcional que vivió lo sucedido aquella noche cuando estos aparatos intentaban huir, fue mi madre, ella tan solo tenía 11 años pero lo recordó toda la vida, y con su testimonio me abrió desde muy niño la esperanza de que algún día averiguaría la verdad.
No recuerdo la fecha en que ocurrió, pero durante el tiempo que duraron los bombardeos sobre Barcelona no contemple nada igual en el cielo.
Aquella noche como de costumbre sonaron las alarmas, y poco después se empezaron a escuchar los motores de las «pavas».17 Como siempre salimos corriendo para refugiarnos en el campo, detrás de la fábrica Bertrand y Serra. Me paré y miré al cielo, como si buscara alguna bomba que pudiera caer sobre mi cabeza, y pude ver a las «pavas» que volaban desorientadas en el cielo por los rayos de luz que desprendían los proyectores de Montjuïc.
No sabía que hacer, si seguir corriendo o esconderme bajo tierra. Me quedé parada durante unos segundos viendo aquel maravilloso espectáculo. Unos minutos después y cuando ya estaba en el campo, soltaron las bombas que cayeron detrás de la fábrica Bertrand i Serra en el camino del Prat Vermell muy cerca de la masía de Can Serrano.
Lo que en un principio pareció ser una victoria resultó ser un desastre para nuestra barriada, porque la bomba acabó con la vida de un padre y de su hija y con varios heridos entre ellos el que después sería a través de los años tu abuelo Antonio; él recibió heridas de esquirlas de metralla en una mano mientras se apoyaba en un palo del tendido eléctrico. El abuelo Antonio, seguía contando mi madre, sabía muy bien lo que era la guerra pues en 1912 intervino como soldado en la Campaña de Melilla, combatiendo contra los moros rifeños. Por sus gestas fue condecorado tres veces con la Cruz de Plata con distintivo rojo al mérito militar y otra de bronce conmemorativa por la Campaña de Marruecos. Lo que en la barriada ocurrió fue terrible, el estallido de la bomba se convirtió en una trampa mortal para aquella familia y este hecho nunca lo olvidé».
No obstante, mi madre siempre decía que los soldados que vigilaban los movimientos aéreos, la mayoría, estaban «conchibaos» –conchabados- con los franquistas, y esa noche fue cambiada la guardia y los sorprendieron en el cielo con las unidades de reflectores y las baterías antiaéreas. A este respecto, Candel explica con mayor argumento lo que mi madre quería expresar:
El primer bombardeo por avión también fue de noche. Aquello ya era más impresionante. Había el ruido más persistente de los motores de los aeroplanos, el constante estadillo de los antiaéreos, los reflectores, las bengalas, el explotar de las bombas.18
Los focos buscaban afanosos por el firmamento. Se entrecruzaban los chorros de luz. Logró uno localizar los aviones y todos los reflectores convergieron en el mismo punto. Empezaron a disparar los cañones antiaéreos del Castillo y los del Monte Carmelo. Los bombarderos eran como seis cruces de plata.19 Se paseaban orondos, despreocupados, lentos, ronroneando como gatos satisfechos. Los proyectiles estallaban cerca de ellos, igual que pequeñas rosas de fuego. Nunca les alcanzaban.
-¡Claro que no, amigo! ¿Cómo les van a dar si los artilleros son todos de la quinta columna? ¡No te jo!20
Por otro lado, Ramon Anglès, investigador y cronista de la Marina, dejó escrito en su obra,21 testimonios que él mismo había vivido:
Nuestra zona no fue un lugar de grandes enfrentamientos: vivimos la guerra principalmente con los bombardeos y el hambre (también hay que decirlo: el hambre para según quién). Desde la boca de nuestro refugio oíamos los aviones que venían de Mallorca, cuando se acercaban lentos por el mar y sobre el Prat hacía el castillo de Montjuïc, ronron…ronron….Hasta Nelo, portero de la bóbila Piulschs, que era sordo como una campana, se percataba de la inminencia del bombardeo sin oír las sirenas. «Mira, mira, el canons ja estan alçats! Vinga nois,a còrrer!», decía al ver alzarse la defensa antiaérea con que estaba dotado el castillo para la defensa de las costas. «Els veiem ben bé, els veiem!
Se veían los disparos defensivos. Algunos partían de la batería que había cerca de la entrada del cementerio de Can Tunis. Primero aparecía la traza de las balas y después la explosión, «un fumet blanc», recuerda Mercè, que suma sus recuerdos a los míos. Las bombas al caer también se dejaban oír, con un ruido muy peculiar -«crac, crac…»- como si de cadenas o engranajes se tratase, a diferencia del silbido de los obuses. Cuando el bombardeo era nocturno, desde la falda de Montjuïc, encima de alguna de tantas canteras, se levantaban unas bengalas de color rojo que mis ojos de niño asimilaban a fuegos artificio. El por qué de estas luces en plena noche, cuando toda la ciudad estaba a oscuras, no lo sabíamos.
Una vez pasaban por el castillo los perdíamos de vista: «No tingueu por, que ja han passat.»
Y, ¿ cómo era que no descargaban sus bombas en el único sitio que les hacía frente, el castillo de Montjuïc?
Ramon Anglès y yo, colaboramos juntos en un trabajo realizado sobre las consecuencias de la Guerra Civil en nuestros barrios de la Marina de Sants, el cual quedó reflejado en el libro: «Montjuïc i el seu entorn, 1936-1939». Esta relación nos llevo a crear una buena amistad, la cual nos abrió la oportunidad de comentar ciertas cosas oscuras sobre los bombardeos de Barcelona. Una de estas, estuvo relacionada con las bengalas que él desde niño había visto en el cielo y sobre la montaña de Montjuïc. Ramon, corroboraba que, según el color de la bengala, los aviones fascistas entraban a bombardear la ciudad. Esto quería decir lo mismo que mi madre expresaba, que estaban conchibaos, fuera o no la quinta columna, habían vigilantes y apuntadores al servicio del ejército franquista.
Lo que mi madre había olvidado es que meses antes esta familia había perdido a su hijo mayor, Bartolomé, y aunque había narrado el escenario de aquel gran entierro, nunca nombró la relación existente entre ambos sucesos, así como los nombres de los fallecidos y la fecha en que ocurrió el fatídico bombardeo. Por lo cual, era como buscar una aguja en un pajar para poder encontrar tantos detalles olvidados que ni el propio Candel escribió en su obra. Veamos lo que cuanta el autor: 22
Las pavas fascistas, ya de vuelta de la incursión, soltaron tres bombas que les quedaban, por aquello de aprovecharlas, se ve, sobre las Económicas.
Parecía que arrojasen latas, o hierros, o cadenas. El Grúa se tiró al suelo, las manos en la nuca, como mandan los cánones. Las explosiones fueron ensordecedoras. Las casas temblaban. Algunos cristales se rompieron. Todo Dios creía que las bombas les habían caído encima, o por lo menos al costado.
La Pepita volvió a besar la tifa.
El marido de la Jesusa se pasmó.
– ¡Jesusa, Jesusa, nos matan, nos matan!
Los críos berreaban. Reinaba una confusión enorme.
– ¿Dónde ha sido?
– ¿Dónde han caído?
Sonaban las sirenas anunciando que el peligro había pasado. Volvían las luces. Volvía la voz del locutor a través de las radios que habían quedado encendidas:
– Barcelonins, ja ha passat el perill de bombardeig. Podeu sortir del vostres refugis i retornar a les vostres llars. La Generalitat vetlla per vosaltres.
-¡ Joer, cómo hablan esos tíos del arradio! ¡Adespués dicen que si no los entiendes!
Sonaban pitos otra vez. La gente corría alarmada, llena de agitación, desorientada como las hormigas cuando les pisotean su sendero.
-¿ Donde ha sido?
-¿ Que ha pasado?
-¡ Han caído detrás de la fábrica!
-¡ Tres bombas, tres!
-¡ Han matado a la Mariquica y a su padre!
El Grúa salió galopando hacía los campos de detrás de la Fábrica de Tejidos.
Se daba palmadas en la nalga, como si fuera un caballo de verdad.
El estaba enamorado de la Mariquica. Por lo menos él se lo decía y él se lo creía. Por lo menos, no la deseaba como a la Maruja y otras puercas de la calle. Por lo menos, él quería a la Mariquica para hablar con ella, para estar con ella, a su lado, nada más, sin hacer cosas feas, estático, encantado, mirándola, dándole un beso casto y suave a lo máximo alguna vez, de tarde en tarde. Por lo menos…
La Mariquica vivía en la otra punta de las Económicas, en la calle de la Mariquica, que también era la calle de la Blanca, del Betún, del Constantinopla.
Al empezar el bombardeo, su padre había dicho:
-No nos quedamos en la casa. En la casa siempre hay peligro. Vámonos al campo.
– Vete tú delante con la chica en tanto yo cierro la puerta – había dicho la madre.
Al padre le fastidiaba la calma y serenidad de su mujer.
-¡ Venga, mujer, date prisa!
– Ya voy, hombre, ya voy. Es que no me gusta dejarme la casa sola. Siempre hay quien aprovecha esto de los bombardeos.
El marido se exasperaba.
– Bueno, nos vamos al campo de detrás de la Fábrica. Al del Antolín, no, que allí es donde va toda la gente, y los hombres encienden cigarros y los pueden ver desde los aviones. Nos vamos. Ya vendrás.
Fueron y les cayó una bomba encima. La otra cayó en un lado de la Fábrica, en la esquina de la tapia. Y la otra, la más pequeña, un poco más allá, en el campo de los Soreles.
– Fijaros, si la madre llega a estar con ellos.
El Grúa jadeaba. Se movía inquieto entre las personas.
Había llegado una ambulancia. Los camilleros buscaban por entre las coles. Llevaban linternas. Los faros de la ambulancia iluminaban la escena. En una manta que habían extendido colocaban los fragmentos de carne. El trozo más grande que se había encontrado era el rostro de la Mariquica, sólo el rostro, sin su hermoso pelo, como una mascarilla de escultor. Tenía los ojos cerrados. Sangraba en las manos del camillero. Con la luz eléctrica de la linterna adquiría un suave color amarillo. Al Grúa se le había puesto el cabello erizado. Por nada del mundo hubiera besado ahora aquella cara. Ni aunque le hubieran dado mil duros.
A la mañana siguiente, todo quisque iba a ver los agujeros de las bombas. La que se suponía había matado a la Mariquica y a su padre era la más grande. Había hecho un hoyo enorme.
– Lo menos era de cien kilos, ¿no?
Las coles estaban tronchadas, como pisoteadas, arrolladas. Habían más pedazos de carne que los de la ambulancia no habían podido ver durante la noche. Los fueron amontonando, en espera de que tornaran a por ellos. Se había encontrado la planta del pie del padre de la Mariquica y lo habían colocado sobre el montón de piltrafas. Era un pie sin zapato, sin calcetín, sonrosado y pálido al mismo tiempo, limpio, sin roña, sin callos, como de niño grande.
El hijo del tío Costipao se había metido por entre los bróquiles del campo de los Soreles, donde había caído la otra bomba. Volvía con un tripa enrollada en un trozo de caña. Se reía.
– ¡ Fijarsus a dónde a ido a parar esto, fijarsus!
La colocó en el montón. El Grúa también había cogido un trozo de carne, grande como un bistec. Lo llevaba cogido entre dos papeles y pensaba, pensaba: «¿Será la Mariquica, o su padre?»
El Gafas había encontrado un fragmento de metralla retorcido y lo guardaba para un museo de guerra que decía estaba haciendo. El Gafas, antes, había vomitado.
– Primero el hijo. Ahora la hija y el marido. ¡Pobre mujer, pobre!
En el Archivo Administrativo de Barcelona, pude encontrar en el Registro de los bomberos,22 el parte sobre la bomba que explotó en la barriada, el cual me ofreció la oportunidad de averiguar la fecha del siniestro que acabó con la vida del padre y la hija tras la huida de éstos hacía los campos. No puedo justificar la hora exacta en que llegaron los primeros bomberos al lugar, sin embargo, éstos realizaron una llamada por teléfono a sus compañeros de la Delegación de Hospitalet, los cuales levantaron el parte siguiente:
Causa de la salida: Incendio
Lugar del servicio: Prat Vermell
Hora en la cual se recibe la llamada del auxilio: 21’40
Forma en que se ha recibido la llamada: Por teléfono, unos bomberos que se encontraban en el lugar.
Hora de salida de la Caserna o Delegación: 21’41
Hora de llegada del tren de auxilio al lugar del servicio: – Central 22.00 – Delegación Hospitalet.
BOMBARDEO AÉREO – INFORME TÉCNICO:
» Se recogieron los trozos de dos cadáveres que estaban por los campos y se colocaron en una camilla de sanidad de guerra.»
Naturaleza del inmueble o muebles en cuestión: Campo
Destino del inmueble o mueble: Cultivos.
Por otro lado, el resultado de la investigación que había llevado a cabo, me amplió la información. Recibí un documento expresivo y real de los hechos ocurridos, donde aparecían los nombres de las víctimas, así como sus edades y domicilio. Con estos datos, pude revisar los «Registros de Defunciones» en el Archivo Administrativo de Barcelona, encontrando a los fallecidos en sus respectivos asientos.
La Mariquica, se llamaba Antonia Ávila Martínez, y su padre Antonio Ávila Parra de 10 y 38 años de edad respectivamente. El Grúa se quedó sin su querida y bonita novia, pero lo cierto, es que en la vida, lo más triste, no es sentirse ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo. El sueño del Grúa se desvaneció, se esfumó, se vaporizó como la vida misma. La desgracia llegó a aquella humilde familia, «primero el hijo. Ahora la hija y el marido. ¡Pobre mujer, pobre! El vecindario se compadecía de la madre de la Mariquica.
Han matado a una familia, y el tiempo enterró su pasado.
Sin embargo, hay que decir, que la novela de Candel, cuenta historias y anécdotas que Dios sabe si son ciertas tal y como él las relata. Sin duda, no deja de ser una novela de ficción, donde los nombres reales de los personajes son ocultados, pero siendo verídicos los sucesos ocurridos, eso nos implica a que siendo una amalgama de historias verdaderas, nos introduzca de lleno todavía más en la profundidad de la lectura, haciéndonos vivir la narración con más intensidad. Ese hecho, fue sin duda alguna lo que me indujo a realizar este artículo, donde creo que es justo y necesario ponerles nombres propios y fechas a una de las historias más conmovedoras que representó el olvido de una familia que durante la Guerra Civil, sufrió los golpes más crueles y espantosos de la cruda realidad, donde por un lado les sorprendió la cara oculta de las ideologías anarquistas y por otro, los sufridos y constantes bombardeos realizados por la aviación fascista en los territorios de la Marina de Sants. Por lo cual, «Han matado a un hombre, han roto un paisaje», es una muestra de como en una novela de ficción se puede contar una historia real a la cual he pretendido dar forma y argumento como recuerdo a su existencia, desenterrando el pasado y llevarlo al lugar que le pertenece, una familia humilde que debe ser recordada por su identidad en una barriada obrera de inmigrantes que durante el mandato de la República fue llamada Casas Baratas Grupo Ferran i Guardia, y entre muchos de sus habitantes las «Económicas».
Desde hace muchos años, ya desaparecieron los campos que rodeaban la barriada, entre ellos: Los del Magarrinyas, Cal Rufa, Can Cisó o Navarro, el Terollo o Terullo, donde explotó la bomba, los campos del Antolín y los del Soreles. Todos ellos han sido ocupados por grandes edificios, unos industriales y otros administrativos. Junto a éstos están construyendo una nueva barriada que no para de crecer. Ya parece el centro de una gran ciudad, cada vez más próxima a la gran ciudad Condal, tan cerca del Puerto como del Aeropuerto, e incluso por debajo de la «gran cloaca de las Acacias» transita el Metro, uniendo en su recorrido otros núcleos importantes de ciudadanos. Entonces me pregunto yo ¿Si es el momento oportuno para erigir una calle o plaza en ese nuevo núcleo urbano con el nombre de la familia «Ávila» como recuerdo y conmemoración a los sufrimientos y perdidas humanas que aquellos primeros ciudadanos vivieron con tanta pena y desgracia durante la Guerra Civil?
Notas.
1.- Petit Món. Libros del Siglo (1999). Francisco Candel. ISBN: 978-84-89885-20-2
2.- La Guerra Civil española, II. Hugh Thomas. Año 1976. Páginas, 706 a 714. ISBN: 978-84-8346-201-0 (obra completa). ISBN: 978-84-8346-211-9 (Vol. II).
3.- La Guerra de Todos. Capítulo 15. Barcelona, mayo de 1937. El Periódico de Cataluña. Escrito y dirigido por Mateo Madridejos. Página 296. B. 36860-1978.
4.- Web: lacruelguerra.com – Lo que no se ha contado sobre los «Hechos de mayo de 1937».
5.- Web: lacruelguerra.com – Lo que no se ha contado sobre los «Hechos de mayo de 1937».
6.- Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Francisco Candel. Plaza-Janes. Año 1975. Páginas 130 y 131. ISBN: 84-01-43209-X.
7.- Diario Oficial del Ministerio de Defensa Nacional. Número 264. Barcelona 3-11-1937. Tomo IV, página 195.
8.- «El Noticiero Universal». Lunes, 15 de noviembre de 1937. Número 16.833, página 1.
9.- «Las Noticias». Domingo, 14 de noviembre de 1937. Número 14.215, página 5.
10.- Petit Món. Libros del Siglo (1999) Francisco Candel. ISBN. 978-84-89885-20-2.
11.- «Noticiero Universal». Sábado, 16 de octubre de 1937. Número 16808, página 3.
12.- «Las Noticias». Sábado, 16 de octubre de 1937. Número 14190, portada.
13.- Las Fuerzas Aéreas en la Guerra Civil Española. Christopher Shores. Editorial San Martín. Año 1977. Páginas 35. ISBN: 84-7140-179-7.
14.- «El Diluvio». Jueves 22 de julio de 1937, portada.
15.- La Guerra de Todos. Capítulo 13. Los italianos entran en acción. Escrito y dirigido por Mateo Madridejos. El Periódico de Cataluña, páginas 250, 251, 252 y 253.
16.- «La Vanguardia». Sábado 16 de octubre de 1937. Número 22962, portada.
17.- Debo aclarar, que aunque a los aviones italianos les llamaban «Pavas», éste era el nombre como se les conocía a los aviones alemanes Heinkel He.46, y éstos según el Archivo Histórico del Ejército del Aire (Castillo de Villaviciosa de Odón) Madrid, nunca hubo en Pollença-Mallorca, aviones He.46 destacados en la isla.
18.- Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Francisco Candel. Plaza Janes. Año 1975. Página 132. ISBN: 84-01-43209-X.
19.- Hay que aclarar que aunque Candel hace referencia en el ataque a seis bombarderos, identificándolos como cruces de plata, las informaciones adquiridas justifican que el ataque fue protagonizado solamente por tres aparatos S.M. 81.
20.- Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Francisco Candel. Plaza Janes. Año 1975. Página 126. ISBN: 84-01-43209-X.
21.- Una mirada al pasado. Historias del barri vell de Port. Ramon Anglès. Centre d’Estudis de Montjuïc. Año 2008. D.I.B.-50298. Páginas, 64 y 65.
22.- Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Francisco Candel. Plaza Janes. Año 1975. Páginas, 127, 128, 129 y 130. ISBN: 84-01-43209-X.
23.- Ayuntamiento de Barcelona. Archivo Administrativo. Tomo número 70. Registro anual de salidas de los bomberos,, número 614, de fecha, viernes 15 de octubre de 1937.
Completo e instructivo como siempre. Felicidades!