La noche que nació sin Luna – La explosión de Cádiz 18 de Agosto de 1947

DE «NIÑO DE NADIE» EN HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS GADITANAS

 Texto: Antonio Guardía García y Antonio Santafé Pérez

El próximo día 18 de agosto de 2019, se cumplirá el 72 aniversario de la gran «Explosión» que sacudió a la ciudad de Cádiz. Existen buenas razones para recordar este hecho que acabó con la vida de tantas personas. Ellos, los muertos, necesitan ser recordados, porque por desgracia, no tuvieron la oportunidad de contarlo y saber lo que había sucedido. Sin embargo, los heridos y mutilados que sobrevivieron y las miles de personas que sufrieron en sus propias carnes el pavor y la ansiedad de aquella horrible explosión, fueron contando de generación en generación lo ocurrido. Un punto de reflexión que originó el consenso para que esta historia se escribiera, para que no se olvidara jamás el daño irreparable que aquella monstruosa y desafortunada noche trágica les causó. Por lo cual, este artículo lleva como fin, aportar mi granito de arena sobre la historia personal de un niño que vivió la Guerra Civil en Barcelona, y la posguerra en la ciudad gaditana, donde creció y presenció los hechos acontecidos la noche del 18 de agosto de 1947.

Puerto de Cádiz, la flecha roja indica el área devastada por la explosión

Es cierto que hace ya unos años surgieron investigadores comprometidos en la búsqueda de la verdad, que con sus trabajos constantes y una dedicación digna de admiración, pudieron aflorar con documentos reales y con la aportación de los testimonios de muchas de las personas que sobrevivieron a la catástrofe de aquella noche trágica, lograr hilvanar los cabos sueltos que le dieron cuerpo y alma a esta extraordinaria historia. Uno de estos investigadores es José Antonio Aparicio Florido, escritor del libro:«La noche trágica de Cádiz», al cual agradezco la confianza que me ha otorgado para tomar nota de sus investigaciones, las cuales aclaran la causa principal de la terrible catástrofe.

«Para nosotros los investigadores es un compromiso moral que hemos adquirido con las víctimas, los damnificados y sus descendientes, a los que nos dedicamos en cuerpo y alma para que Cádiz nunca pierda la memoria de la Explosión»(José Antonio Aparicio Florido).

Dice Miguel Ángel López Moreno, autor del prólogo del libro de José Antonio Aparicio Florido:«Pues para ejemplo de tragedia asumida por el tiempo, encapsulada en la vida, pero nunca olvidada, podemos pensar en la Explosión del 47 en Cádiz. Ese día de agosto el infierno visitó la Tacita de Plata…y dejó un recuerdo imperecedero en todas las personas que lo vivieron. Unos porque lo sufrieron en su carne, en su retina, en sus tímpanos – y conste que no me refiero a la luz roja, ni al trueno de la explosión que llegó hasta Ceuta; me refiero a la visión de cuerpos troceados y a los gritos de terror y angustia-; otros, más jóvenes, porque padres y abuelos lo han contado cien veces, todas ellas con seriedad, y siempre como algo a flor de piel…Todos, unos y otros, siguieron la vida con el trauma firmemente imbricado en la existencia, y nunca olvidado.»(1)

Una de las personas que sufrió esta terrible tragedia fue mi buen amigo Antonio Guardia García, Tony, como  a él le gusta que le llamen, el cual la vivió siendo un adolescente de doce años, aunque con cuatro, había pasado diversos agravios a consecuencia de la Guerra Civil en su ciudad natal Barcelona. Su familia abandonada por su padre, anarcosindicalista -acrata- de C.N.T., tuvo que huir a Francia por motivos ideológicos, y en septiembre de 1939, una vez finalizada la contienda, fueron expulsados de su hogar, por una orden franquista aduciendo que aquel piso estaba destinado para una persona del «Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria». Su madre sola y con los tres hijos que le quedaban, porque el más pequeño, Ramón, murió cuando tenía ocho meses de edad, optó por volver a su querida «Cai».

Antes de empezar a relatar la historia vivida por Tony, en la Explosión de Cádiz, quiero contar la parte más amarga y cruel, la etapa de su vida donde se sintió un «niño abandonado por su padre», en una Barcelona sometida al castigo continuado de los bombardeos navales y aéreos, que crearon a la población civil una inestabilidad tan violenta, que segó de repente las costumbres cotidianas de la sociedad barcelonesa, que tuvo que aprender y adaptarse a una nueva forma de vida, donde las alarmas y los refugios fueron los elementos principales para escapar del peligro que, de repente, llegaba desde el mar y el cielo.

Ya estaban llegando a Cádiz tras un viaje muy largo y accidentado, cuando su madre exclamó al ver los arquitos de cemento paralelos  a la vía férrea y la carretera ¡¡¡Ya estamos en Cai!!! Esos arcos que limitaban la carretera de Cádiz-San Fernando, representaban en aquel momento para él, unos brazos abiertos de esperanza que lo acogían, pensando que a partir de ese momento la vida le cambiaría.

Carretera de San Fernando a Cádiz

En Barcelona habían quedado momentos muy delicados, tensos y horribles, los cuales serían una pesadilla que lo marcó para toda su vida. En 1937 su padre estaba destinado como Comisario Político en la batería de costa nº 1, Álvarez de Castro en la montaña de Montjuïc. Durante los «Hechos de Mayo de 1937», recibió una orden directa de los altos jerarcas anarquistas que estaban negociando junto con sindicatos y partidos políticos con el Presidente Companys en el Palacio de la Generalitat sobre lo acontecido en el edifico de la Telefónica de la ciudad. Al no haber acuerdo, éstos ordenaron telefónicamente al padre de Tony a maniobrar los cuatro obuses  de calibre 305 mm., para enfilarlos al Palacio de la Generalitat y otros objetivos militares.(2) No llegó a disparar porque con esta maniobra amenazadora las negociaciones tomaron otro cariz, cediendo Companys a las propuestas anarquistas.

No obstante, después de sofocada la revuelta por las Fuerzas de Orden Público del Estado llegadas a Barcelona, su padre fue arrestado y encausado por «Rebelión Militar» por el Juzgado de Instrucción nº 10 de Barcelona, dirigido por el Juez Especial D. Alfonso Rodríguez Dranguet, a través del Sumario nº 147/37. Como el Juez Especial había impuesto una fianza de 10.000 pesetas para hacerlas efectivas en las veinticuatro horas siguientes, sino se le embargaría los bienes suficientes para cubrir la cantidad indicada; como no pudieron pagar, se llevó a efecto dicho embargo.

Sobre el 25 de junio de 1937, llegaron a su casa unos militares -Guardia Nacional Republicana- para ejecutar el embargo por las 10.000 pesetas impuestas. Tony, describe este hecho como el recuerdo más antiguo de su memoria. Triste recuerdo porque al no poder pagar esa cantidad, entraron en su casa y se llevaron todo lo que encontraron de valor. Un niño de apenas dos años de edad que se le quedó grabada en su mente y en la retina de sus ojos la escena desgarradora de ver a su madre gritando y pidiendo con un coraje sobre humano que no se llevaran su máquina de coser, desconsolada y hundida ya que era la única fuente de ingresos  que les quedaba para vivir. Por fortuna, uno de los guardias, conocía al padre de Tony cuando éste estaba en el Palacio de Justicia, ocupando el puesto de Fiscal Suplente del Primer Tribunal Popular de Barcelona, el cual se había constituido el 19 de octubre de 1936 siendo Consejero de Justicia Andreu Nin.(3) El guardia habló con su superior y decidieron dejar la máquina de coser, mientras la madre se recuperaba del ataque de ansiedad que la situación le había producido.

Ejercicio de fuego de fuego en la Batería de Costa Álvarez de Castro,emplazada en las cercanías de la casa blanca. (Fotografía: Montjuïc: Notas históricas y descriptivas- J. Roca).

Iban pasando los días entre algún que otro bombardeo naval, hasta que llegó la primera agresión aérea producida el 16 de marzo de 1937. Fue con éste primer ataque cuando los ciudadanos empezaron a darse cuenta de la carencia de la artillería y de la escasa y anticuada aviación, quedando al amparo de unas defensas que en global se vieron impotentes para frenar la violencia que los aviones fascistas iban imponiendo. A medida que avanzaba la guerra, los ataques fueron más continuados y violentos. Las bombas arrojadas sobre la ciudad destruían los hogares de sus habitantes recibiendo sin compasión el horror sobre sus propias carnes, disipándose a gran velocidad la confianza y el triunfalismo que mantenía viva la ilusión de que jamás Barcelona sería atacada, siendo una ciudad de retaguardia y estando tan lejos del frente de Aragón. Sin embargo, estos ataques, no solo llevaban el mensaje de provocar una guerra sicológica sino también un estado de desmoralización, que pronto empezaría a surgir efecto cuando la amenaza nacionalista se iba haciendo cada vez más fuerte y constante desde la Isla de Mallorca, estratégicamente  bien situada, ofreciendo una entrada libre sin control por parte republicana a los puertos y ciudades del Mediterráneo, debido principalmente al acondicionamiento de las bases aéreas y la aportación por parte de la Italia fascista de personal especializado: oficiales, pilotos, técnicos etc., así como nuevos bombarderos veloces Savoia Marchetti S.79, que inclinaron la balanza a favor del bando nacionalista. Fue  a partir de entonces cuando aumentaron las agresiones indiscriminadas a pleno día, haciendo aflorar la cara oculta del terror.

Barcelona, 17 de Marzo de 1938, Hora 14,15. Explosión de un autocarro cargado de trilita (TNT). alcanzado por una bomba en la C/ Balmes, lanzada desde un bombardero S.79 del XXVII Gruppo Bombardamento Veloce «Falchi delle Baleari», bajo las ordenes del sargento Trati.(Fotografía: Aeronautica Militare Ufficio Storico).

Tres días después de que su padre quedara libre, el 13 de marzo de 1938, después de 255 días de prisión en los preventorios de Reus y Barcelona, se produjeron los bombardeos más sangrientos y continuados que, durante los días 16, 17 y 18 de marzo, asolaron la ciudad durante 72 horas con agresiones ininterrumpidas donde resultaron muertas 1.300 personas, más de dos mil heridas y 126 edificios afectados entre destruidos y dañados. Éste ataque ordenado por Mussolini abrió la sospecha de que fue para recordar el primer ataque aéreo del 16 de marzo de 1937 sobre la Ciudad Condal. No obstante, las razones que llevaron a Mussolini a tomar esta decisión todavía no están completamente aclaradas:pretendían ser una demostración de poder contra Hitler o una advertencia a Francia? La misma tarde del día 16 de marzo, se programó un discurso del Duce sobre el problema de la anexión de Austria al Reich en la Cámara de Fasci y Corporaciones en Roma. Durante el día se recibió la noticia que Francia estaba a punto de iniciar urgentemente los suministros de guerra al gobierno republicano. Ni siquiera el meticuloso diario del ministro de Relaciones Exteriores, Galeazzo Ciano, ofrece una ilustración al respecto. Indudablemente, la acción que se llevaría a cabo, ya había sido estudiada en detalle. Esto se puede adivinar por la rapidez de la ejecución de la orden que Mussolini transmite al general Valle, de dar un espectacular bombardeo sobre Barcelona. Por la tarde el general Velardi, Comandante de la Aviación Legionaria de las Baleares, recibe a través del Ministro de Aeronáutica un mensaje urgente que decía lo siguiente:«Empezar desde esta noche bombardeo con acción violenta con un martilleo espaciado en el tiempo». A ésta acción se le llamó:«tipo alfombra, que machacaba lentamente una zona».(4) Agresiones indiscriminadas y salvajes que llevaban como fin castigar a la población civil violando los derechos humanos y las leyes internacionales que cumplió entre otros el sargento Trati.

Durante el tiempo que su padre permaneció encarcelado, el nivel de vida se les deterioró notablemente. El hambre, las bombas, el miedo, la desesperación, la incertidumbre y la inseguridad, formaron parte de la experiencia cotidiana en su hogar. 

Tony, recuerda vivamente la entrada apresurada de los ciudadanos a los refugios, y los reflectores cuando cruzaban el cielo por las noches, buscando a los aviones que lanzaban sus  mortíferas y asesinas bombas. Bajar desde un cuarto piso con su madre enferma y sus hermanas, en el momento que las sirenas de las fábricas anunciaban el inicio de un bombardeo no era nada fácil, por eso, a veces, se quedaban en casa y se protegían con los colchones y debajo de las camas hasta que pasaba el peligro. El único consuelo que tenían en el refugio, era que de vez en cuando, la Cruz Roja les daba un trozo de pan. A pesar del esfuerzo que su madre realizaba trabajando con su máquina de coser, no era suficiente para darles de comer, por las noches muy a menudo se iba con una vecina a robar fruta a los campos, como cientos de mujeres lo hacían para poder alimentar a sus familias; en esta situación llegó el final de la guerra.

Una vez terminada la contienda, los soldados aparecieron por su casa, esta vez los nacionales, que buscaban a su padre, al cual no encontraron, posiblemente alertados a través de una denuncia -chivatazo- de alguna persona inducida por una Orden franquista e interesada en que desalojaran la vivienda a consecuencia del Decreto de 5 de abril de 1938 (B.O.E. nº 540) y, ampliado considerablemente en la Ley de 25 de agosto de 1939, se aprueba el Reglamento del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria. De nuevo les desvalijaron lo poco que les quedaba, diciendo que era para «recuperar el tesoro de España que se habían llevado los republicanos», comunicándoles a la vez que debían desalojar en pocos días el piso. A sus hermanas les quitaron los pendientes y a su madre la alianza de casada. Cortaron y destrozaron los colchones en busca de armas; no encontraron nada. Por suerte su madre tuvo la templanza de envolver en el mantel de la mesa los cubiertos de plata y poca cosa más antes de que entraran los soldados, arrojando el mantel atado por las cuatro puntas al terrado de al lado, ya casi en presencia de los militares que seguidamente registraron el piso. Con esa acción, la madre pudo salvar lo que después en Cádiz sería durante un buen tiempo el pan de cada día, empeñando la plata con la idea de recuperarla, pero no fue así, perdiéndolo todo.

La Vanguardia Española en un artículo publicado sobre: «Las porterías y los Mutilados de Guerra», comunicó lo siguiente:

Por tanto, a partir de ese comunicado, empezó el debacle en nuestro hogar comenta Tony, sin un padre que hiciera frente a las consecuencias que habían surgido y su madre enferma, el casero vio la oportunidad de desalojar la vivienda haciéndose valedor del Decreto franquista, por lo que pudo haber sido él mismo el causante de la denuncia a las autoridades; su madre, no tuvo más remedio que abandonar su trabajo y su hogar. Sin embargo, y a través de los años, Tony siempre se planteó la misma pregunta: ¿Qué culpa tuvo mi madre y sus tres hijos para ser expulsados de nuestra humilde vivienda? Ahora con el paso del tiempo y las averiguaciones obtenidas, puede decir que, desgraciadamente, su padre por ideologías políticas quedó inmerso en un mundo despiadado donde los ideales dominaban a las personas, siendo lo primero para ellos olvidando a los seres más queridos, ¿pero hasta tal extremo?; el tiempo ha demostrado que sí.

Los hechos que paulatinamente fueron surgiendo, marcaron sin remedio a la familia Guardia, otra cosa hubiera acontecido si la República hubiera ganado la guerra, entonces su padre hubiera sido reconocido por su valor cuando junto con José Buenaventura Durruti, anarcosindicalista del sector faísta, asaltaron el cuartel de artillería de San Andrés para apoderarse de las armas con el fin de sofocar el golpe de los rebeldes militares en julio de 1936; entonces sus vidas hubieran sido diferentes a las que vivieron.(5)

El día que las autoridades se presentaron en su casa para expulsarlos, fue posiblemente cuando les destrozaron los pocos muebles que tenían y los llevaron a una especie de comisaría o quizás fuese un despacho, la cuestión en si es que fue en ese mismo lugar donde le propusieron a su madre que estaba enferma llevarla a un sanatorio y a sus tres hijos a un hospicio o asilo, ya que ella no los podía cuidar. La vivienda ya la tenían perdida y todos ellos ya estaban en la calle, por lo cual, su madre antes de consentir que los separaran tomó la decisión de marcharse todos juntos a Cádiz. Por suerte, su tío José, hermano del padre de Tony, se hizo responsable ante las autoridades de todos ellos, alegando que él se cuidaría de su familia, fue entonces cuando los dejaron marchar. Con la ayuda de su tío, llevaron dos baúles repletos de ropa y todo lo que pudieron recoger a la Estación de Francia, incluida la máquina de coser, llegando unos días más tarde a la capital gaditana.

Tras un viaje accidentado de tres días y lleno de sorpresas llegaron a Cádiz, donde los recogió su tío Blas, hermano de su madre, que vivía en la calle Mateo de Alba números 6 y 8, alojándoles provisionalmente en una pequeña habitación de unos ocho metros cuadrados aproximadamente, situada encima de la puerta de entrada del edificio a la cual llamaban «El Gabinete». Ahí en ese espacio tan reducido se ubicó toda la fortuna que poseían; dos baúles con ropa, la máquina de coser, una silla y un pequeño mueble que era como una peinadora donde ponían los escasos alimentos que tenían. Sus hermanas dormían en una cama turca individual, en el cuarto de la abuela, una a los pies, la otra en la cabecera, para tener más espacio. La madre dormía en su silla delante de la máquina de coser, con la cabeza apoyada al poyete de la única ventana que había, Tony lo hacía en el suelo de esa reducida estancia. Pocos días después de establecidos la madre solicitó un piso al Ayuntamiento, el cual se lo concedió en 1958 en un grupo de viviendas conocidas como «casas baratas».

TOony en la calle Mateo de Alba 6 Y 8 (Cádiz)

Auxilio Social, había establecido un distribuidor de comida en la ciudad, en el barrio de «El Balón» entre las calles San Rafael y el Parque Genovés. Allá iban con una lechera de aluminio para que les pusieran cuatro raciones de comida, cuatro personas igual a cuatro cucharones. Para poder comprar el pan del racionamiento, sus hermanas Ana y María, vendían unos cupones de lotería clandestinos que les proporcionó una amistad. Tony recuerda que el cupón valía veinte céntimos y el afortunado que la suerte hiciera que coincidieran sus tres números con el premiado en el sorteo «de los ciegos» ganaba cien pesetas.

La enfermedad de la madre de Tony y de sus hermanas, no fue un escollo para sacarlos adelante con valentía y coraje. Atrás quedaba la historia de su padre, la cual llegó a interesarle de mayor, pero no con el cariño necesario que se siente hacia un ser querido, ya que él no llegó a conocerlo, y viendo los sufrimientos y penas que le había causado a su madre, le siguen aflorando aquellos resentimientos acumulados y profundos que lleva guardados en el corazón. Uno de estos resentimientos fue causado por unos hechos inexplicables que llevó a Tony a tener unos problemas insostenibles, cuando su padre tramita la inscripción de nacimiento en el Registro Civil de Barcelona.

Como su padre ejercía de Comisario Político, todos los miembros de la familia tenían derecho a un racionamiento. En el caso de Tony, no había tal derecho, ya que según su madre, a su padre no le había dado tiempo de registrar su nacimiento después de tres años. Él,  después de su salida del preventorio, apenas los visitaba; estaba siempre en el Castillo de Montjuïc. Para tener derecho a la ración de leche, la madre, le envió un recado para decirle que registrara a su hijo. Cuando lo inscribió, lo hizo equivocándose en la fecha de nacimiento. Declaró que su hijo había nacido el cinco de octubre de 1938, cuando realmente nació el uno de septiembre de 1935. Tras la duda sobre la verdadera intencionalidad de su asiento en el registro, Tony prefiere pensar que se trató de un desliz. Un cambio de fechas en los lugares equivocados. Por lo pronto este suceso no pareció tener mucha importancia, porque lo principal era conseguir tener el derecho a la ración de leche.

Con el paso de los años, Tony le pregunto a su madre, porque su padre había cometido ese error, ella le contestó que posiblemente fuera para no pagar la multa por no efectuar el registro en su debido tiempo.

Sin embargo, aquí no termino todo, ya que ocurrió un nuevo hecho que marco en gran medida el curso de sus vidas, vidas a las que se añadió otro grave sufrimiento. Un día que su madre fue a buscar el racionamiento que les correspondía, le dijeron que la señora Guardia ya lo había retirado. Esto no era cierto, y en ese momento, ella relacionó lo que le habían dicho algunas amistades, que su marido tenía una amante. Se pueden imaginar la desilusión de aquella mujer ante tal descubrimiento. Unos días después de lo ocurrido, llegó su padre a casa para cambiarse de ropa viendo su madre por el balcón, como una mujer lo esperaba en la puerta de la calle con un coche elegante. La madre encolerizada, se colocó un pañuelo en la cabeza para salvaguardar su identidad, se acercó a dicha mujer, y con un cuchillo de cocina le produjo varios cortes profundos en el cuello.  Esto sucedió aproximadamente entre el mes de octubre de 1938 y enero de 1939.

A consecuencia de esta agresión, su padre, según supieron por su tío, hermano  de éste, estuvo dispuesto a ir a su casa con la intención de matar a su esposa y a sus tres hijos, (Ramón, el pequeño de los hermanos hacía poco que había fallecido). Gracias al aviso del tío pudieron salvarse, llevándolos a su casa, y a su madre la escondieron en el Hospital de la Cruz Roja que estaba enfrente de su casa en la calle Dos de Mayo núm. 300. A partir de entonces, ya no vieron nunca más a su padre y cuando vinieron los soldados franquistas buscándole, le dieron por desaparecido de guerra.

Nº 300 de la calle Dos de Mayo de Barcelona

Ya vivían en Cádiz, y a los seis o siete años Tony le preguntó a su madre, quien era aquella mujer que les quitaba el racionamiento y que ella hirió, le respondió que no sabía quien era, ni como se llamaba, que posiblemente fuera una miliciana. Siempre Tony se preguntó el por qué la policía no los molesto por aquella grave agresión, y más sabiendo que en el hospital donde estuvo escondida, le dijeron que le había tocado con gran riesgo la yugular. Fruto de las investigaciones posteriores que Tony realizó en Francia, en el año 2005 pudo identificarla, descubriendo que su nombre era Esperanza Jiménez Martín y que había nacido en Hervás provincia de Cáceres, y que durante la guerra española había pertenecido al Socorro Rojo Internacional con el número de registro 586990. Tony empezó a comprender muchas cosas, entre ellas, el por qué su padre se fugó con ella a Francia. Ambos se conocieron en el preventorio y desde allí planearon juntos la huida al país vecino, aprovechando la salida del contingente del Socorro Rojo Internacional cruzando la frontera francesa. Según los documentos encontrados en Francia, la mayoría falsos, contrajeron matrimonio y vivieron juntos, todo un montaje de cambio de identidad que les valió para pasar desapercibidos durante la ocupación alemana en Francia, hasta el 8 de mayo de 1942 que según los documentos mencionados indicaban la fecha de su fallecimiento, entre sombras y dudas originadas por la comunidad de la Comuna de Beautor al consulado de España en París, después de 14 años, 3 meses y ocho días de su fallecimiento y sin especificar la causa de su muerte.

Hasta los cinco años y medio, estuvo siempre en ese reducido mundo de cuatro paredes al lado de su madre, por el suelo, ya que no tenían más sillas que la que su madre utilizaba; le ayudaba a ensartar las agujas, porque ella tenía dificultad para hacerlo. Al poco tiempo, se vio empujada a dejarlo salir a la calle, porque se lo pedía insistentemente al ver en el exterior como otros chicos jugaban. Ella finalmente accedió a su demanda, pero con una condición que él debía cumplir a rajatabla, y fue que no dijera a nadie quién era su padre. Si le preguntaban, debía decir que era hijo de desaparecido en la guerra y que el oficio que ejerció fue el de barbero.

Sin embargo, Tony, es consciente de que es dueño de su historia, y nadie puede impedirle la libertad de contarla. Es una persona muy especial, que a pesar de tener 83 años largos, sigue teniendo la ilusión por la vida y una lucidez asombrosa para recordar aquellos detalles pequeños que parecen insignificantes, pero que cuando los transmite a través de sus palabras, afloran los sentimientos haciéndolos verdaderamente muy importantes. Trata de la experiencia vivida a través de los ojos inocentes de un niño, una víctima del desafuero, de las circunstancias que desgraciadamente rodearon a nuestra Guerra Civil y la dramática posguerra que le sucedió, de la inquietud y maledicencia de aquellos, que en aquel momento ostentaron el poder de los vencedores, ese dominio que machacó sus primeros años y que sus sentidos percibieron sin dar crédito a tanta vejación que diariamente contemplaba a su alrededor. 

Por esos hechos, no quiere dejar pasar la oportunidad para contar como llegó a Cádiz siendo «un niño de nadie» que debía cumplir a rajatabla el mandato de su madre y soportar ser «un niño sin papeles». Esta fue sin lugar a dudas, la injusticia más grande que el régimen franquista cometió con él. Puso sobre sus espaldas una enorme cruz que tuvo que llevar durante los 27 años que permaneció en España. ¿Le robaron la dignidad el mismo día de su nacimiento? Contrariamente a lo que trataron de hacerle ver, su nacionalidad es española, nació el 1 de septiembre de 1935 en Barcelona, en la calle Dos de Mayo núm. 300. A pesar de lo dicho, su registro de nacimiento quedó invalidado por una Orden ministerial de 12 de agosto de 1938, dictada por el bando nacional que afectaba a los Registros civiles de las zonas reconquistadas, y en los que ulteriormente fueran liberados, según publicó el B.O.E. del Gobierno de la Nación de 17 de agosto de 1938, núm. 48, página 758; por el motivo de haberse utilizado el catalán y no el español como lengua en el documento registral. Sin embargo, esta Orden ministerial no afectaba al territorio republicano no reconquistado, ya que todavía no había sido ocupado por las tropas franquistas, por lo que los funcionarios registrales cumplieron con su obligación escribiendo el asiento en el idioma predominante. El problema llegó cuando Barcelona, Cataluña entera, quedó bajo el dominio del nuevo régimen. Fue a partir de ese mismo momento cuando se instauró la Orden ministerial que, en sus dos primeros artículos decían lo siguiente:

Artículo 1º – Se considerarán nulas: a) Las inscripciones practicadas con sujeción a normas dictadas por el gobierno rojo con posterioridad al 18 de julio de 1936. b) Las inscripciones autorizadas por funcionarios distintos de los que determina la legislación del Registro civil anterior a la misma fecha.

Artículo 2º – Se considerarán también nulas y sin valor legal, la inscripciones que se hallen practicadas en idioma o dialecto distinto al idioma castellano.

El error que en su día cometió el padre de Tony, fue la consecuencia directa del dilema de éste, ya que si lo hubiesen registrado en 1935, cuando nació, el Decreto franquista no le hubiera afectado, ya que obviamente, no existe duda de su naturaleza española y catalana y su inocencia en algo que le vino dado y que le trajo tantos problemas en su infancia y juventud.

Sin embargo, en la misma Orden, el artículo 7 citaba lo siguiente: 

«Todas las actas solicitadas de nulidad por la presente Orden podrán ser reproducidas a instancia de la parte interesada en el libro legal correspondiente mediante simple presentación ante el encargado del Registro del certificado del acta anulada, si a su juicio del citado funcionario está comprobada la autenticidad del hecho objeto de la inscripción, sin sujetarse a los trámites señalados en el Real Decreto de 19 de marzo de 1906, ni precisando la intervención del Juez de 1ª Instancia; exigido en la Real Orden de 11 de marzo de 1920, anotándose en tal caso al margen de la inscripción reproducida las circunstancias del caso, especialmente la fecha del asiento anterior, libro en que fue extendida etcétera».

Como iba a saber Catalina, la madre de Tony, de la existencia de la Orden franquista, lo que tenía claro en su mente, en esos momentos, era el futuro incierto de sus hijos. El desconocimiento de lo que estaba sucediendo, la hacía estar sumida en la ignorancia. Para ella, todo aquel ir y venir de unos y otros, no era tan llamativo como la obligación de abandonar la ciudad, cuyas autoridades les habían dejado sin hogar. El miedo que le acechaba continuamente como si de su propia sombra se tratara, la angustia y la desesperación de verse sola y abandonada por su marido, con tres niños ante un régimen que la sentenció sin un juicio previo, la hacía una mujer frágil pero a la vez fuerte y capaz para huir de aquella frustrante vejación que no le dejaba pensar en ninguna otra cosa que no fuera apartarse de aquel mundo de locura, donde ya había  perdido parte de su vida. 

Es cierto que el problema se hubiera podido arreglar en el Registro Civil  de Barcelona según el artículo 7; pero no fue así. Refugiados en Cádiz, fueron pasando los años sin dar solución al problema, y esto conllevó a que en 1945 surgiese la primera dificultad para poder acogerse a una paga. Se promulgó una orden desde el municipio, con la finalidad de conceder una pequeña pensión a todos los niños huérfanos hasta los trece o catorce años cumplidos. Su madre pudo tener derecho a percibir algo por su hijo, por la partida de Bautismo que la iglesia le proporcionó, ya  que era la única prueba que demostraba la verdadera fecha de su nacimiento. Para solicitarla, Catalina tuvo que declarar que su esposo luchó en el lado republicano. Tony, todavía piensa que por ese motivo estaban puestos en las listas negras del régimen franquista.

Desde el día que su madre le dejó salir a la calle, entró en el particular grupo conocido como «los niños de la calle», aunque a Tony lo conocían por «el catalán» y aún hoy en día lo siguen llamando así. Era tal la miseria que había que casi siempre iba descalzo. La fragilidad en el entorno familiar y los escasos recursos para poder vivir, le llevaron a caer enfermo del «tifus» y posteriormente de «tuberculosis», enfermedad que le detectaron en el edificio del Olivillo, centro sanitario público. Su anemia llegó a ser tan enorme que estaba escuálido, esquelético.

Siempre andaba rondando por las calles sin ir al colegio, y comiendo lo que encontraba por el suelo del mercado central de abastos, en el que algunas veces podía conseguir un tomate medio podrido, o unas hojas de lechugas bien verdes, desechos que para él eran gloria bendita. Algunas veces, buscaba también en los bidones de basura de las playas, donde encontraba cáscaras de frutas, melón, sandía…Cuenta Tony, que la que era imposible de masticar porque le repetía su aspereza, era la cáscara del plátano.

En noviembre de 1946, cree recordar, que ingreso en el antiguo Hospital de Mora de Cádiz (actualmente Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales). Cayó irremediablemente enfermo con unas anginas que no remitían y que regularmente se repetían a tal punto que el médico de la Beneficencia se negó a recibirle si no se operaba. Ocupó la sala de San José núm. 29 de dicho centro hospitalario. En ese momento, pareció que Dios se hubiese aliado con su débil  estampa y quiso ayudarle a sanar y recuperarse.

Antiguo hospital de Mora (Cádiz)

Unos meses más tarde, su hermana Ana, se empleó en la limpieza de casas particulares. A pesar de los años transcurridos, Tony no olvida las atenciones que tuvo con él, trayéndole por las tardes, en muchas ocasiones, un trozo de pan con la grasa del tocino que ella se quitaba de su comida. Es con Ana, con la que siempre se ha sentido más unido y complementado.

Para poder operarse, Catalina, le pidió un préstamo con interés a su hermano, el tío Blas, lo que representó un gran sacrificio económico para ella. Catalina, en todo momento temía que su hijo no soportara la operación por tener anginas ulcerosas. Esas anginas, paradójicamente, le proporcionaron el primer golpe de suerte que el destino le ofreció en España.

Las monjas de las Hermanas de la Caridad del hospital le tomaron mucho cariño, y una vez operado, le pasaron a la sala de los niños para poderle cuidar. Por su edad, once años, no le hubieran permitido estar en dicha sala. Las monjas con su gesto lo hicieron posible. Al ser Tony el mayor de los niños que allí se encontraban le llamaron:«El niño mayor». En aquel hospital permaneció tres meses gracias a las amables religiosas solo para poder comer.

Las monjas le daban pepitas de algarrobas y Tony limaba los cantos sobre una piedra de la acera y con los resultantes ellas fabricaban rosarios.

Estando un día concentrado limando las pepitas de algarroba, una monjita de aquellas, Sor Teresa Tamiñez, al pasar por detrás de él, le dio un punta pié, y al  pedirle disculpas, seguidamente le preguntó si había hecho la primera comunión. Como la respuesta fue negativa, se brindó a prepararlo para tal ceremonia, y al mismo tiempo, le enseñó las primeras letras y números. Esta monjita le daba siempre un trozo de pan con un poco de chocolate. Tony  hizo la primera comunión en el mismo hospital, el 15 de agosto de 1948.

Como aprendía muy rápido, Sor Teresa solicitó a Sor María, que era la Madre Superiora, para que diera consentimiento en colocar unas cajitas de cartón por las salas de los enfermos, pidiendo limosna para poder pagarle el colegio, Con lo recaudado pudo entrar en el colegio San Jerónimo, sito en la calle Zaragoza núm. 9. Fue en este colegio donde le pusieron el apodo de:«El niño de las monjas». Entró con el curso ya empezado pero a los tres meses le cambiaron a una clase superior. Sor Teresa tuvo que comprarle nuevos libros. Antes de terminar el curso le comunicaron a Tony que en el próximo pasaría a la clase más adelantada.

Calle Zaragoza nº9, antes colegio de San Jerónimo

La pobre Sor Teresa, ya no pudo costear este nuevo extra, y para no dejarlo abandonado, le recomendó al Padre Muriel; el eclesiástico principal de los jesuitas. Él fue quién habló para que internasen a Tony en el Hogar Escolar José Antonio Primo de Rivera, que dependía de Auxilio Social de Cádiz.

Mapa que muestra donde explotaron las minas y la intensidad de la onda expansiva. (Andalú, fititú: Explosión de un polvorín de la Armada en el Cádiz de 1947).

Termino el curso en el colegio San Jerónimo sobre el mes de junio de 1947, y el 18 de agosto del mismo año, llegaría la terrible Explosión de Cádiz…

«Esa noche, nació sin luna como queriendo demostrar que ésta sería fúnebre y profundamente oscura para que la verdad nunca se descubriera. Muchos años han transcurrido de esa terrible catástrofe, que las autoridades del régimen quisieron ocultar. Pero en los corazones de los que la vivimos, quedó gravado hasta el último día de nuestra existencia».   (Antonio Guardia García-niño de nadie-).

Comenzaba la noche del 18 de agosto, cuando al poner sobre la mesa la carta «sota de bastos», en breves segundos y sin comprender el motivo que lo produjo, se encontró tirado en el suelo, al mismo tiempo que se escuchó un terrible estruendo, acompañado de un estampido, con corte eléctrico incluido que obligó al cerebro de Tony a transmitirle que el edificio se derrumbaba; el pánico le dominó.

Se encontraba jugando a las cartas con un amigo de su edad, en compañía de varios de sus familiares cuando eso ocurrió. La primera intención fue salir al exterior por miedo a que el edificio se le cayera encima. Tentando los muros llegó a la puerta de la calle, que lo separaba como unos cincuenta metros de ella; fue la única persona que tuvo esa reacción. Al llegar a ella miró al cielo, lo vio completamente rojo y le pareció ver que las estrellas se desplazaban en la misma dirección. En ese momento pensó que había llegado el fin del mundo; en su imaginación y miedo imaginó que la tierra había chocado con un satélite o un planeta.

Se encontraba en la calle Virgili núm. 10, cuando su reacción fue en esos primeros instantes salir corriendo hacia la izquierda de la calle, las prostitutas al verlo lo cogieron y lo metieron  en esa casa. Algunas puertas, ventanas y balcones, desprendían un peligro eminente, por lo que decidió que aquellas mujeres temieran por su integridad debido a su corta edad. Muchos piensan que esa clase de personas son indeseables, cuando por experiencia Tony, asegura que también poseen un tierno corazón y humanidad. Hablaban entre ellas y escuchaba sus comentarios. Unas decían que podía tratarse de la explosión de un barco, y otras que si los depósitos del gas; fueron muchas las conjeturas pronunciadas. Mientras hablaban, encontró la oportunidad para poder seguir con su huida, pues su deseo era llegar a su casa para encontrarse con su madre que era lo único que tenía y que en el momento de la explosión se encontraba sola. Sus dos hermanas, Ana y María disfrutaban en el Puerto de Santa María, de «Las Colonias de la Sección Femenina». Ellas se marchaban todos los años por un periodo de tiempo de tres meses, lo que les permitía a ambos comer como las personas.

Corriendo siempre por medio de esas calles solitarias y con el miedo aterrador de no pisar algún trozo de cristal de puertas o ventanas que habían estallado, Tony, en esa ocasión, tuvo la fortuna de su lado porque llevaba zapatos, posiblemente de alguien que se los dio usados, o unas alpargatas que su madre le hubiese comprado, porque muchas veces andaba descalzo. Las calles estaban llenas de cristales y destrozos por todos lados, en una noche cerrada y oscura. No tardó mucho tiempo en recorrer la distancia que le separaba de la calle Mateo Alba, donde vivía con su madre. Al llegar vio con satisfacción que ella estaba viva, sentada en su eternal silla de mimbre; la única que poseían. No estaba herida ni se había caído al suelo, solo le dijo a Tony que la plancha de planchar salió despedida por la onda expansiva y al caer cayó en el plato de berenjenas que tenía delante; posiblemente, fue sin duda alguna, la única comida que la pobreza les había ofrecido para cenar aquella noche.

Como se encontraban bien lejos del punto de la explosión, solamente se rompieron los cristales de la ventana y dos muros deteriorados de los cuales uno los unía con el vecino. Pasaba el tiempo y Tony no dejaba de mirar por la ventana al exterior; las calles permanecían desiertas. Pronto llegó su tía que vivía en la calle Virgili, donde Tony se encontraba jugando a las cartas en el momento fatídico de la explosión. Desde el patio su tía pregunto a los vecinos si su sobrino estaba en casa, asustada porque no lo encontraron en ningún sitio y temerosa de que se hubiera caído en el pozo -aljibe- de la calle Virgili, debido a que su tapa se destrozó con la onda expansiva, dejando el pozo al descubierto. Tuvo suerte y buena intuición, ya que al salir del edificio a oscuras y tentando las paredes, cogió el camino acertado que lo alejaba del pozo. Su tía se puso muy furiosa porque Tony no le dijo nada, él solamente pensó en salir corriendo en busca de su madre.

Una de las tantas veces que Tony miró al exterior, escucho que se anunciaba por medio de un megáfono desde la esquina de la calle Sagasta, que la población debía irse rápidamente a la playa, debido a que se esperaba otra explosión. Mientras su madre se preparaba lo más rápido que sus facultades le permitían, Tony impaciente no dejaba de mirar al exterior por la ventana. Momentos antes, él, no vio salir a nadie a la calle, en segundos, empezó a ver salir a las personas de sus casas como si salieran de un hormiguero. ¡TODO EL MUNDO A LA PLAYA, SE ESPERA UNA SEGUNDA EXPLOSIÓN! Decía el megáfono.

Tras el aviso, todo el mundo corría hacía la playa, la noche acababa de caer:«Sin saber dónde ni por qué, la descomunal deflagración sacudió la ciudad de Cádiz sumiéndolos en un quebranto de ayes de dolor, miedo y desesperación».(6) 

Tony y su madre, empezaron a caminar dirección a la playa pensando en la segunda explosión que podía producirse de un momento a otro. Sin embargo, ellos, y la población civil ignoraba que:«Un Capitán de Corbeta llamado Pascual Pery Junquera, guiado por la luz de unas llamas que se adivinaban detrás de los muros en una base de la Armada completamente destruida, se encontraba con la espectral visión de unas minas submarinas a punto de estallar. A lo lejos se oyen los alaridos de algunos marineros pidiendo auxilio mientras otros compañeros se dirigen hacía ellos para ayudarlos. Pery llama a dos de ellos y bajan hasta el incendio sorteando los obstáculos que se encuentran a cada paso. A este primer grupo de hombres se unen luego varios más y entre todos evitan una segunda explosión que habría aumentado hasta niveles incalculables los efectos de la primera».(7)

La zona que abarcaba el barrio se San Severiano, la Barriada España, los chalets de Bahía Blanca, el Hogar del Niño Jesús (Casa Cuna), el campo de la Mirandilla, el Sanatorio Madre de Dios, los cuarteles y los astilleros  Echevarrieta y Larrinaga, quedó completamente arrasada.(Fotografía:(ANDALÚ, fititu:EXPLOSIÓN DE UN POLVORÍN DE LA ARMADA EN EL CÁDIZ DE 1947).)

Mientras esto sucedía, Tony y su madre ya habían iniciado el camino hacía la playa, con el miedo metido en sus cuerpos por el horror de vivir una segunda explosión. A lentos pasos por su invalidez, y apoyándose en los muros de las casas, avanzaban por la calle de la Rosa para recorrer los quinientos metros que los  separaban de la esperada salvación. Todos les adelantaban mientras su agonía era cada vez más evidente, viendo a las personas pasar sin preocuparse de ellos.

Catalina estaba casi inválida lo que no le permitía avanzar normalmente, Tony recuerda que le decía:«¡Adelántate tú que yo llegaré a mi paso!» Esta vez él no podía obedecerle ni tampoco abandonarla a su suerte; sin su ayuda no hubiera podido llegar. Es obvio que esos quinientos metros que existían desde su casa a la playa se les hicieran interminables. Llegaron los últimos a la playa de la «Caleta», aunque también es cierto que otros llegaron después porque procedían de otros lugares más apartados de la ciudad. Difícilmente llegaron hasta la misma balaustrada, su madre se apoyó sobre ella, esperando encontrar un hueco entre la masa de gente que había para poder bajar y buscar la protección de la muralla. Por suerte, antes de bajar, pasó un automóvil anunciando por megáfono que el peligro había desaparecido y que ya podían regresar a casa. Tony pensó en ese mismo instante que si se hubiese producido la segunda explosión, confiesa que, seguramente no se hubieran salvado.

Playa de la Caleta, justo detrás de la muralla, se encuentra lo que fue el antiguo Hospicio, hospital de pobres e indigentes, casa de enfermos psíquicos y mentales e incluso instituto de secundaria. En la actualidad es el colegio Valcarcel y a su lado, el árbol del Mora. En medio la escalera que baja a la playa. (Fotografía: Gadir. Autor: José Manuel Ramirez).

Perys y aquel puñado de valientes marineros habían realizado una extraordinaria heroicidad:«Pero alguien pensó que aquella heroicidad no tenía el suficiente calibre como para merecer la Cruz Laureada de San Fernando. Al parecer, la catástrofe de Cádiz no había sido para tanto, o al menos esas fueron las palabras que empleó el ministro de Marina a las pocas horas».(8)

De nuevo todo el mundo los volvió a adelantar con la misma velocidad, aunque esta vez no lo hacían para protegerse, sino para llegar lo antes posible a sus hogares, pensando en la posibilidad de que pudieran ser desvalijados. Para Tony y su madre el tiempo no importaba, no tenían casa, ni muebles ni nada que pudieran robarles. La noche se hizo muy larga, Tony se acostó en el suelo con una manta y su madre sentada en su eterna silla de mimbre; no pudieron dormir.

«Las autoridades civiles tras los primeros momentos de desconcierto también comienzan a reaccionar. El Alcalde, Francisco Sánchez Cossio, se desplaza hasta el Ayuntamiento y se establece allí un puesto de mando improvisado, convocando a todas las autoridades civiles y militares y a los cuerpos de seguridad. Como medidas urgentes se dispusieron guardias armados por varios puntos de la ciudad para evitar el pillaje, que sólo se produjo sino que conllevó alguna que otra detención; de hecho hasta vinieron ladrones hasta de Jerez de la Frontera y Sevilla para saquear los restos de la explosión, principalmente en las casas de la clase social más elevada. Hubo incluso quien se llevó camiones enteros con piezas de mármol y tuberías de plomo de los lujosos chalets de San Severiano y Bahía Blanca. Del mismo modo se decidió que la prioridad, además de atender a los heridos y trasladar las víctimas mortales al cementerio, era el restablecimiento de los servicios básicos. A resulta de ello, el día 19 ya se había recuperado el suministro eléctrico. Otras medidas fueron las siguientes:

  1.  Establecimiento de varias tomas de agua potable distribuidas por la ciudad para abastecer a la población.
  2. Instrucción a los panaderos para que no abandonaran  o interrumpiera su actividad.
  3. Orden a los farmacéuticos para que no cerrasen sus comercios durante todo el día con con objeto de suministrar a los hospitales y facilitar las curas de los heridos leves.
  4. Tramitación de solicitud de ayuda externas y en especial de medicinas, personal sanitario, alimentos, agua y vehículos de todo tipo». (9)

Las ambulancias pasaban por la calle de la Rosa, sin tregua alguna, con las sirenas enloquecidas que se oían en lo más profundo de la noche, avisaban de su presencia, era estremecedor cuando pasaban y, al oírlas, decían:»¡Otra más!» Llegó un momento que perdieron la cuenta, eran tantos los heridos que fue desgarrador e inhumano lo que acababa de suceder, mientras tanto, corría la voz como la pólvora, que en los hospitales los ponían en los suelos de los corredores por falta de camas.

Plano del  área devastada por la explosión con la distribución de víctimas. El rectángulo y la flecha indican la localización del almacén de minas siniestrado y la dirección de la secuencia explosiva. Los círculos negros señalan los lugares de fallecimiento y el número de muertos. Obsérvese la mayor concentración existente en la calle Tolosa Latour en la dirección de la onda expansiva (ángulo verde). La muralla de puerta de tierra no parece ejercer apenas influencia en la pluma dibujada por la onda.(Fuente: elaboración propia. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. Autor: J.A. Aparicio Florido).Página 397.

«Veinticinco minutos después de la deflagración, el Hospital Militar de Cádiz atendía a los primeros heridos civiles y militares (…), en los hospitales de San Juan de Dios y Mora – con categoría de hospital provincial y hospital clínico- vivían por el contrario, una situación nada comparable con el de la plaza Fragela. Los lesionados llegaban con una cadencia continua, formando colas interminables (…), a San Juan de Dios llegaron pidiendo auxilio cientos de vecinos, pero en cantidad muy inferior a como fueron entrando en el Hospital de Mora, mejor dotado en todos los sentidos y con mayor capacidad y número de camas. Aun así se practicaron infinidad de curas y vendajes, como así se hizo en otros centros de salud de menor identidad. Es el caso de la Casa de Socorro de los Caballeros Hospitalarios situado en la calle Benjumeda, donde el médico de guardia, a pesar de estar herido, atendió a 88 pacientes cuyos nombres y lesiones tampoco tuvo tiempo de anotar».

«El número oficial de muertos se fijó en 152, mientras que se reconocía abiertamente que el de los heridos excedía con seguridad los 5.000, es decir, más de 5% de la población gaditana. Estos son los datos que figuran en la revista Brisas, editada al poco tiempo de la explosión con el beneplácito y la versión suministrada por las Autoridades. Sin embargo, algunos testimonios, como el del fallecido doctor Fernando Muñoz Ferrer, estimaban que sólo en el Hospital de Mora fueron atendidos no menos de 10.000, a los que habría que sumar los que recibieron asistencia en farmacias, casas de socorro, dispensarios, y otros centros hospitalarios de Cádiz y San Fernando. La imposibilidad de llevar el registro exacto durante los primeros días ha empujado a todo tipo de especulaciones en torno  a estos cálculos».(10)

El día 19 se recuperó la electricidad, pero no el suministro de agua. Llegaban algunos camiones cisternas con agua potable que Tony con una lechera de aluminio la llenaba para poder beber en su casa.«Todos estos servicios de primera necesidad fueron restableciéndose poco a poco. El que más tardó en recuperarse fue el agua, teniéndose que emplear durante días barcos aljibe que procedían de Algeciras y Huelva».(11) Al día siguiente se comentaba que no podían salir de Cádiz, porque la explosión ocurrió cerca de la entrada de la vieja ciudad gaditana, la Puerta de Tierra. Era la única salida por tierra que había para salir, ya que por mar era imposible sino se hacia con barca como mínimo; estaban atrapados como ratas en una ratonera. Pese a los días transcurridos después de la horrible explosión, no pudieron saber con certeza el motivo que hizo explotar las bombas -cargas de profundidad- acumuladas en aquellos almacenes de la Base de Defensas Submarinas de la Armada.

Ruinas de la Puerta de Tierra, en Cádiz, en cuyo centro se encuentra la entrada principal de la ciudad y durante mucho tiempo única entrada por tierra. Cádiz, 15-10-1948. (Fotografía: EFE).

HIPÓTESIS «NC» O TEORÍA DE LA NITROCELULOSA

Aceptado el origen accidental de la explosión ocurrida en el depósito de armas submarinas de Cádiz el 18 de agosto de 1947, el juez auditor del Departamento de Cádiz, Fernando Rodríguez, incluyó en su dictamen que la causa inicial probable de la misma fue ofrecida por la comisión pericial de la Armada:

«…la explosión debió ser provocada por una causa inicial probablemente ajena a los explosivos, aunque no pudiendo asegurarlo por la procedencia extranjera de los mismos.» (12)

Ambigüedad, seguramente calculada, que deja abierta cualquier hipótesis para explicar el origen de la explosión.

«Más de sesenta años después, la exhaustiva investigación de J.A. Aparicio Florido, utilizando fuentes primarias intocadas hasta el momento, saca a relucir datos irrefutables que permiten diseñar una hipótesis verosímil para explicar el origen de la explosión. Esta suposición, que hemos denominado Hipótesis Nc, es una consecuencia de los datos e informaciones aportados por Aparicio, y parte de los hechos probados y aceptados por todos los investigadores. Se fundamente en la inestabilidad química inherente a la nitrocelulosa (Nc), sustancia explosiva presente en cincuenta cargas de profundidad modelo WBD que se almacenaron en el depósito de armas submarinas de Cádiz. La presencia de nitrocelulosa en esas cargas había pasado desapercibida hasta este momento (…), la explosión se inicia en el almacén núm. 1, concretamente en el lugar donde se estibaron 596 cargas de profundidad de distintos tipos. La localización de la primera gran explosión no plantea discusiones: tanto la primera inspección dirigida por el juez Mariano de las Mulas Mesones, como la posterior investigación que realizó la comisión pericial de la Armada, coinciden en localizarla sobre un enorme socavón de entre diez y catorce metros de diámetro y de uno a dos de profundidad; justo donde se estibaron las cargas de profundidad. Posteriormente, por simpatía, detonaron minas y torpedos del mismo almacén, afortunadamente no todos (…)».(13)

Edificios afectados por la explosión en las cercanías de la base de defensas submarinas. (Fotografía: Andalú, fititú: Explosión de un polvorín de la Armada en el Cádiz de 1947)

Quién mejor que Miguel Ángel López Moreno, Licenciado en Ciencias Químicas. Ingeniero técnico de Arsenales, para describir lo que fue el desenlace de la tragedia de Cádiz:«El 18 de agosto de 1947, en el almacén núm. 1 de la Base de Defensas Submarinas de Cádiz, se guardaban desde hacía cuatro años 6.250 kg. de nitrocelulosa comprimida. Estaban contenidos en cincuenta cargas de profundidad del tipo WBD (o simplemente D) compradas en Alemania durante la Guerra Civil española. Eran parte de una estiba piramidal construida con 596 cargas de profundidad, en contacto físico unas con otras, que sumaban un total de 33.739 kilogramos de alto explosivo. Los jefes de la Base de Defensas se venían quejando de la falta de personal y medios para realizar las mínimas labores de mantenimiento de la munición almacenada. Y, en todo caso, aunque hubiesen tenido medios y personal, los manuales de mantenimiento no contemplaban el muestreo y vigilancia del explosivo principal de ninguna de las cargas de profundidad, incluidas las WBD por supuesto, cargadas con algodón pólvora.

Estábamos en una dura posguerra. El almacén núm. 1, reconvertido en polvorín de fortuna, no disponía de sistema de calefacción para los días fríos ni refrigeración para los días calurosos. La cubría un techo de uralita con una superficie superior a 2.900 metros cuadrados, sometida al sol inmisericorde de agosto, capaz de irradiar el interior y calentar el aire en una medida notable; y tenía, además, grandes superficies laterales cubiertas de cristales que provocarían en el interior un efecto invernadero nada despreciable. Es decir, la temperatura constante ideal para conservar la nitrocelulosa, entre 14ºC y 16ºC, era una entelequia. Al menos durante los últimos cuatro años los 6.250 kg. de algodón pólvora -desconocemos las vicisitudes anteriores- estuvieron sometidos sin ningún control a picos de temperatura máxima y mínima nada oportunos para su estabilidad química.

Hacia tiempo que comenzó en una de ellas -posiblemente en muchas a la vez- un proceso químico sin vuelta atrás. Las trazas de impurezas en la fibra vegetal que se utilizó para fabricar la nitrocelulosa, los restos ácidos y la alta temperatura del almacén cualquier día de un verano anterior, provocaron la rotura de enlaces y la formación de vapores nitrosos. Estas roturas iniciales desprendieron calor, calentó levemente el entorno y sirvió para aumentar la velocidad del proceso de ruptura, que a su vez desprendió más calor y calentó más intensamente la masa de nitrocelulosa. Por su lado los vapores nitrosos catalizaron la propia descomposición, es decir, los grupos nitrosos producidos en las primeras roturas sirvieron para provocar más rupturas de enlaces, que provocaron más grupos nitrosos. Otros  de estos grupos se combinaron con el agua presente en el explosivo y regeneraron ácido nítrico y nitroso, que a su vez sirvieron para producir roturas más violentas, y más calor en el seno del algodón pólvora. Todo el proceso se encaminaba poco a poco hacia una reacción en cadena, exotérmica, cada vez más rápida y masiva, sin vuelta atrás; pero las noches y los días fríos jugaban a ralentizar el proceso.

Los días de agosto de 1947 fueron calurosos. Las noches no lograban disipar el calor acumulado durante las horas de sol. Fácilmente en el interior del almacén núm. 1 se podrían alcanzar los 32ºC. Aunque la nitrocelulosa hubiese estado bien conservada, justo a esa temperatura comenzaría a inestabilizarse con rapidez; pero este no era el caso: llovía sobre mojado, el algodón pólvora ya era extremadamente peligroso. Finalmente, a las diez menos cuarto del día 18 la presión de los gases nitrosos retenidos en el interior de una de las cargas WBD fue tal que elevó aún más la temperatura en el interior del explosivo hasta alcanzar el punto de inflamación. La primera carga de profundidad detonó e inició la explosión simultánea de las demás… Siguió el infierno».(14)

 

Ejemplar de la «wasserbombe» -carga de profundidad- alemana WDB, usado por la Regia Marina Italiana, Museo Naval de Spezia. (Fotografía: Cristiano D’Adamo).

El 15 de julio de 1947, un mes antes de la explosión, se almacenaban 596 cargas de distintos modelos: 378 unidades del modelo «Topedini», 6 «Vickers», 120 unidades rusas «B-1-M1, 25 «WBA», 17 «WBE» y 50 «WBD».

Las WBD alemanas empleaban 125 kg. de algodón pólvora y pesaban 180 kg. Todas excepto éstas, contenían como explosivo principal el «TNT».

Lo de después, o sea, la Explosión, fue una consecuencia inevitable. Podía  pasar y ocurrió:«Los militares que el destino puso junto a las bombas hicieron lo que pudieron, es decir, obedecer y poco más. Contaron las minas, las cargas de profundidad y los torpedos; los clasificaron por tipos, los dispusieron en milimétrica fila, barrieron el almacén, montaron su vigilancia…incluso explicaron una y otra vez a sus superiores el peligro que suponía mantener este polvorín en este preciso lugar. Luego murieron esperando nuevas órdenes. Porque también murieron».

La casa Cuna. (Fotografía: ANDALÚ, fititú: EXPLOSIÓN DE UN POLVORÍN DE LA ARMADA EN EL CÁDIZ DE 1947).

A pesar del tiempo transcurrido nunca fueron informados y, hasta el «Diario de Cádiz» y las autoridades guardaron el secreto. Tony recuerda que hacían mucha propaganda que llevaba como fin, la distracción para que la ciudadanía no pensara en conocer la verdad sobre lo ocurrido, haciendo hincapié sobre la desgracia que las criaturas abandonadas (como le decían) de la «Casa de la Cuna», donde algunos niños murieron junto a las pobres monjitas.«El Diario de Cádiz siguió informando al cabo de los días la noticia, publicando todo lo referente a ella, así como el estado diario de los distintos donativos que se estaban recaudando para ayudar a los damnificados. Ni que decir tiene que las noticias sobre las explosión difieren mucho según  la ideología del partido al que pertenecía el periódico. Así podemos constatar en la prensa de ideología comunista y socialista que culpan  al Régimen del General Franco de todo lo sucedido en Cádiz. Incluso la emisora de radio británica BBC difunde la noticia de que lo sucedido esa noche en Cádiz fue culpa directa de la dictadura. al almacenar minas procedentes de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil en una población civil. La prensa nacional tachó esa noticia de calumnia y hubo algún artículo criticando la opinión británica como un ataque directo a Franco (…)», también aparecieron noticias sobre la catástrofe en periódicos de Portugal, Argentina, Nueva York, Francia, etc. El gobierno, desde el principio, se preocupó en silenciar o amortiguar el eco de la explosión, ocupando primeras páginas de los rotativos aquellas noticias que alaben las actuaciones de las autoridades, sobre todo las del propio Franco que en ningún momento llegó a plantearse la posibilidad de trasladarse desde San Sebastián, donde disfrutaba sus vacaciones, hasta nuestra ciudad. Lo haría bastantes meses después, cuando Cádiz empezaba a resurgir de las cenizas. Una buena muestra de la «honda preocupación» de Franco fue el generoso donativo de 50.000 ptas. que hizo para la reconstrucción de la ciudad (en 1943 donó una cantidad 10 veces mayor para los festejos del Milenario de Castilla). Si comentarios (…)».(15)

El periódico local «Diario de Cádiz», ayudo  mucho al régimen para ocultar lo que en realidad ocurrió; solo se dedicaba según comenta Tony, a hacer propagandas de que los damnificados, esto y lo otro, en realidad las víctimas recibieron muy poca ayuda.

«En  algunos colectivos la desgracia se cebó especialmente. En el Hogar Provincial del Niño Jesús, prácticamente pegado al lugar de los hechos, fallecieron  25 de los 199 niños que se hospedaban aquel día. También hubo víctimas entre el personal docente y doméstico de la institución (…)», en los astilleros fallecieron 20 trabajadores de los cerca de 2.500 que se encontraban ese día en el mismo (…)», el rescate de las víctimas mortales fue, en numerosos casos, verdaderamente sobrecogedor. En el Hogar del Niño Jesús, donde la catástrofe sorprendió durmiendo a las Hermanas de la Caridad y a los niños de corta edad que se hallaban en ese orfanato en calidad de asilados o expósitos, se extrajeron numerosos cuerpos desfigurados y aplastados, casi irreconocibles. Cincuenta años después del suceso aún se oían relatos de supervivientes que formaron parte de los equipos de rescate, narrando cómo algunos compañeros casi se juegan su propia vida para rescatar de entre los escombros los restos de aquellos niños (…)», la Casa Cuna, Hogar del Niño Jesús, situado en el Barrio de San Severiano, casi frente a algunos muros que sostienen el armazón calcinado de su techumbre (…)», allí murieron varias religiosas de la dotación de la Casa y algunos niños aislados. Sólo un paisaje ruinoso, desolado, donde antes había un magnífico edificio moderno y alegre, rodeado de pintorescos jardines. Todo quedó arrasado. Además de la Casa Cuna, Hogar del Niño Jesús, muchos edificios propiedad de la Diputación de Cádiz sufrieron cuantiosos daños (…)».(16)

El drama se cebaba -por cercanía y maldita coincidencia evitable- con la Casa Cuna del Hogar del Niño Jesús. Allí las Hermanas de la Caridad cuidaban a decenas de niños huérfanos. Muchos de ellos perecieron aquel fatídico día. Fotografía: Casa Cuna (LA VOZ DE CADIZ.es CÁDIZ).

Las fronteras estaban en aquellos años de posguerra cerradas, las naciones no reconocían al gobierno franquista. Solo había una relación comprometida con Portugal y Argentina, siendo ésta sino recuerda mal Tony, la que se comprometió enviando una ayuda considerable que se perdió por el camino y los gaditanos ni la vieron. No puede asegurar si los damnificados recibieron algo, solo sabe que los barracones provinciales que se hicieron como viviendas, duraron años y años. El veía los barracones con envidia de no poder vivir en ellos. Tony y su familia no figuraban en las listas de los damnificados porque no perdieron nada, ya que tampoco tenían nada. ¿Qué podría él perder? La única cosa «a su madre» y eso era irremplazable.

«La explosión del almacén de minas de Cádiz provocó numerosos y cuantiosos daños materiales en edificios públicos, instalaciones fabriles y viviendas. En la zona de extramuros de la ciudad, la más próxima al lugar del siniestro, 40 edificios resultaron dañados de diversa consideración y 174 presentaron daños estructurales; en intramuros no se produjo el colapso total de ningún edificio pero, sin embargo, se vieron afectados unos 32.134 edificios y 36 más sufrieron daños en su estructura. Cientos de personas quedaron sin vivienda y hubieron de ser instalados en campamentos provisionales de refugios, compuestos por tiendas de campaña cedidas y levantadas por el ejército. Más adelante, estos campamentos serían sustituidos por grupos de barracones de madera, también provisionales y diseminados por varios barrios de la ciudad que, en la mayoría de los casos, estuvieron ocupados durante años, mucho más allá de lo garantizado por el Gobierno, hasta que se construyeron nuevas viviendas que fueron edificadas cerca de las destruidas».(17)

Niños en uno de los campamentos de refugiados. (Fotografía: ANDALÚ, fititú: EXPLOSIÓN DE UN POLVORÍN DE LA ARMADA EN EL CÁDIZ DE 1947).

Días más tarde anunciaron que llegaría un barco de Argentina con ayuda humanitaria. Tony que era un mendigo, no recuerda que clase de ayuda recibieron, porque siendo un «niño de la calle», como les llamaban, veía todos los días a los marineros argentinos en las calles Plocia y Sopranis frecuentadas por las prostitutas. Si alguien se benefició de la Armada Argentina, naturalmente fueron ellas. Incluso se hizo popular una frase a son del estribillo de la famosa canción de la «Vaca lechera»,que Tony recuerda muy bien y que decía lo siguiente:«Ya se va el barco argentino con la bandera en la popa, y se quedan las gaditanas con las barrigas hasta en la boca; tolón, tólón, tolón…»La propaganda de ayuda por parte de las autoridades fue muy fuerte, pero sin resultados positivos para los gaditanos.

No obstante, Tony, puede decir que algo recuperó de aquellos bravos marineros argentinos. El día que zarparon de regreso a su país, casi medio Cádiz fue a despedirlos al puerto. En medio del gentío se encontraba él, cuando un generoso marinero, antes de embarcar, se fijó posiblemente en su esquelético  cuerpo, y sin titubeo alguno le ofreció un trozo de queso que él estaba saboreando. Ese gesto desconocido y nuevo para Tony, le hizo amar a esa nación.

Tony termina la narración con el deseo de que alguna vez, Cádiz sea dirigida por unas autoridades con sentimientos nobles que informen y digan quienes fueron los verdaderos culpables de esa terrible catástrofe que, a su juicio, fue un crimen contra la humanidad. Cádiz no era el lugar adecuado para almacenar aquel brutal arsenal de bombas que poco a poco fueron deteriorándose.

Deberían hacerles un homenaje más digno a las personas que lo sufrieron y a las que en sus carnes recibieron la terrible barbarie de un hecho incontrolado y dejado de la mano de Dios, aunque Tony tiene conocimiento de que existe un pequeño monumento como memorial, cerca del Instituto Hidrográfico, son pocos los gaditanos que lo conocen. No obstante, y referente a lo que a su familia le ocurrió, es posible que a él como superviviente de aquella tragedia le ofrezcan una «Berenjena», la que aquella maldita noche tenía para cenar con su madre. 

Monumento a las víctimas de la explosión de Cádiz

Cincuenta años después del suceso, el periodista José Atonio Hidalgo Viaña publica el libro titulado «Cádiz 1947.La Explosión», donde al final ofrece otra lista de fallecidos por primera vez completa, en la que fija un balance de 155 víctimas mortales. Este resultado es fruto de un verdadero trabajo de investigación. Tras analizar todos los documentos anteriores y cruzarse entre sí sus datos, otro investigador, José Antonio Aparicio Florido publica el libro titulado «La noche trágica de Cádiz, donde llega a la conclusión de que en la catástrofe fallecieron 151 personas, es decir, una menos de las que se declararon como cifra oficial de muertos. Esto sin contar la cifra indeterminada de alumbramientos de niños muertos por lesiones traumáticas en los fetos o por partos prematuros que se produjeron en los días siguientes a la explosión. (18).

Al amanecer del día 19 de agosto de 1947, entre los pocos muros que quedaban en pie en la Casa Cuna se halló una pizarra negra medio descolgada donde el día antes de la tragedia una de las monjitas residentes, durante una de sus clases, había escrito el siguiente texto premonitorio:

«Hoy, 18 de agosto. Los progresos de la civilización sólo contribuyen a la invención de armas, que destruyen la Humanidad». (19)

Fueron pasando los días, y en la memoria de todos seguía presente la tragedia vivida la noche de la Explosión. El trauma empezó poco a poco a disiparse y, al finalizar el verano, empezó un nuevo curso para Tony, esta vez en el «Hogar Escolar José Antonio Primo de Rivera», aunque éste tuvo que esperarse a que hubiera una vacante para iniciar las clases. Tony, confiesa que entró en aquel «infierno» el 27 de diciembre de 1947.

Estaba situado entre las calles Brasil y el Paseo Marítimo de Cádiz. Tony tenía una ilusión terrible por entrar en la nueva escuela, ya que pensaba que sería algo maravilloso. Lo conocía solo de vista, cuando vagabundeaba por la playa, buscando alimento en los bidones de la basura. A veces, al ver aquellos niños en el patio de ese mal llamado «hogar», dado su penoso estado de superviviente, pensó que los niños que allí estaban eran los hijos de los señoritos que disfrutaban de aquellas  «colonias» durante el verano ¡Que lejos estaba de la auténtica realidad! El mismo día de su ingreso en aquel triste recinto, habló con un alumno que se llamaba  Francisco Ruso Pineda que, a partir de entonces, fue su mejor amigo. Ruso como Tony le llamaba, le dijo que había ocupado el sitio de un niño que sus familiares fueron a buscarlo, viendo como se lo llevaban en un coche. Desde el primer momento Tony pensó que todos los niños residentes tendrían familia.

Por la desgraciada experiencia, Tony puede decir que el Hogar Escolar, no tubo nada, ni de hogar, ni de escuela, más bien se aproximaba más a la idea de un campo de concentración infantil oculto «AL MUNDO ENTERO». Para comprender mejor como eran sus vidas en ese maldito hogar, lo compara con los campos franceses de refugiados republicanos y sabe que allí, siendo penosa la estancia, nunca tuvieron la disciplina militar, ni tampoco pasaron el hambre que Tony pasó, ni fueron maltratados al nivel que hicieron con él y muchos de sus compañeros. Además no sufrieron la larga permanencia que él padeció. Con el agravante de que eran seres inocentes, niños vulnerables y sin familia con la que consolarse.

Hogar escolar José Antonio Primo de Rivera, entre el Paseo Marítimo y la Calle Brasil.

En fin, son tantas las cosas que le sucedieron a Tony y sus compañeros en aquel lugar llamado hogar, que no terminaríamos nunca de narrar tantas vejaciones, maltratos y una pobre e inadecuada alimentación que consistía en una pieza de pan por día de 100 gramos, partida en cuatro pedazos. La medida del trozo, era como dos dedos de grosor de la pequeña mano de Tony por comida ¡y ese era el mejor alimento que les daban! Sin embargo, Tony se daba cuenta que la comida que salía para la Dirección no era la misma que la de él. Hechos cometidos en parte por un personal incapacitado con ideas provenientes y construidas bajo el yugo falangista, donde algunos de sus celadores demostraron tener manga ancha para poder hacer lo que les viniera en gana. Todos los días, al menos alguno de los niños, tenía la cara morada, aquellos lacayos del maltrato tenían una especial habilidad profesional para dar grandes bofetadas. Y se mofaban de ello cuando hacían caer a sus víctimas al suelo. Tony observaba sus caras de satisfacción cuando conseguían derribarlos. Consentidos por la Directora que hacía la vista gorda por amiguismos de unos y de otros, demostraron no tener escrúpulos y una preparación inadecuada para trazar y orientar la vida de unos niños desamparados, faltos de comprensión y calor humano. Un mundo donde Tony aprendió a odiar aquel lugar y a planificar un plan para fugarse con su amigo Ruso, ante la monstruosidad que estaban padeciendo, aunque éste, le comentó a Tony que algunos niños que se habían escapado, enseguida los apresaba la guardia civil y los metían en un reformatorio, y que eso era peor que el hogar;  sus consejos no le hicieron cejar en su empeño.

Tony nunca había salido de Cádiz. Sabía que el pueblo más cercano era San Fernando, pero ignoraba los kilómetros y el tiempo que tardaría en llegar, y aunque sus esperanzas no eran muchas de salir ileso en la intentona, siguió con este pertinaz pensamiento. Por suerte, en ese periodo de tiempo llegó una orden en la que decía que examinarían a todos los niños del hogar con el fin de seleccionar a los trece primeros, para enviarlos a la nueva escuela de formación profesional que habían construido en Puerto Real.

Y llegó lo que el destino le tenía preparado. Ahí puede decir que fue en cierta manera escuchado. Fue para él una suerte que no le examinaran de catecismo, donde peor estaba preparado. Afortunadamente para él ¡fue en la lista el número trece! Por los pelos. Su vida por fin iba a sufrir una notable transformación desde aquel agraciado día.

Les dieron el equipo completo que el reglamento de esa nueva escuela exigía. Por primera vez le dieron un cepillo de dientes y un tubo de pasta dentrífica. El dentrífico tenía las iniciales de Auxilio Social. Tony comprendió sin vacilación alguna que les habían estado birlando vilmente en el hogar, al igual que con los alimentos. 

Para él se acababa el despertarse al sonido de un silbato sobre las siete de la mañana, y cantar cada día a la izada de la bandera el «cara al sol», así como a modo de lucimiento y mayor gloria del nuevo régimen y sus logros educativos, los desfiles militares por las calles, vestidos de falangistas; el nombre: la centuria Ramiro Ledesma Ramos, un famoso teórico falangista, fusilado en 1936.

Lo cierto, es que Tony, no salió con mucho entusiasmo para ese nuevo internado. Pensaba que nada cambiaría, que sería como el que acababa de dejar. Aunque el reglamento exigía como primera condición para entrar en la escuela, «ser español», había por lo tanto que presentar la inscripción del registro civil, y la suya no tenía validez. Tony cree que entre ambos directores llegaron a un acuerdo haciendo la vista gorda, seguramente por piedad. Sin embargo, reconoce que en la «Escuela de Formación Profesional Obrera, Fermín Sanz Orrio» de Puerto Real (Cádiz), como se llamaba, comía y dormía por primera vez en su vida de estudiante interino como un ser humano. En Puerto Real le trataron como un alumno más y allí aprendió a lo largo de cuatro años el oficio de tornero, con el que pudo defenderse para vivir, aunque no todo fue bienestar debido a que le costaba mucho aprender por su escaso nivel escolar, lo que afloró constantemente el miedo a que lo expulsaran.

La vida de Tony continuo lentamente, pero sin pausas, todavía le quedarían muchas batallas que lidiar, que fueron forjándolo como persona, la persona que en la actualidad es, y que me encantaría pudieran conocer a través de un próximo capítulo, donde de nuevo nos cuenta como perdió los miedos que durante tantos años de su niñez y juventud había soportado siendo «un niño de nadie», media vida para conquistar su dignidad.

Por último, quiero dejar constancia de mi sentimiento y cariño hacía esa querida ciudad de «Cai»,  la cual he visitado dos veces, la primera haciendo parte del servicio militar en 1975 en la Escuela de Suboficiales de la Armada, en San Fernando, y la segunda de visita con mi buen amigo Antonio Guardia García, donde con su presencia y buenas explicaciones, disfruté de la ciudad, de sus monumentos, sus costas, su rica historia y cultura y, como no, de su gastronomía excepcional. Por otro lado, decir que, soy consciente de que mucha información se ha quedado en el tintero sobre lo acontecido en la Explosión de Cádiz, así como en lo referente a la «teoría de la conspiración y el sabotaje». He tratado de contrastar lo vivido por Tony, con la información que en su día se publicó, lo que me ha llevado en la actualidad a profundizar sobre lo sucedido, enriqueciéndome de las informaciones ofrecidas por los investigadores actuales, que con sus aportaciones han logrado agrandar la memoria histórica de la ciudad, encuadrando la catástrofe de la Explosión, dentro de los hechos ocurridos más importantes que han ido forjando  la historia de Cádiz, de la cual deben sentirse orgullosos todos los gaditanos.

«Si la historia no se escribe la historia no existe». (Paco Candel, escritor y político).

Notas

  1. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, página 11. 

  2. OBÚS O.H.S. (O=OBÚS, H= HIERRO, S= SUNCHADO). Modelo 1891 de 30,5 cm., construidos en la Fábrica de Cañones de Trubia (Asturias).

  3. Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña.- Núm. 298.- Sábado, 24 de octubre de 1936, página 323.

  4. GUERRA DI SPAGNA E AVIAZIONE ITALIANA. Nuovo Studio Tecna, Roma. Fernando Pedriali, página 351.

  5. José Buenaventura Durruti, nació el 14 de julio de 1896, en León (España). Fue una de las figuras más importantes del          anarquismo español y de la organización sindical Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T. – F.A.I.). Murió en Madrid el 20 de noviembre de 1936 a comienzos de la Guerra Civil Española, luchando en el bando republicano al frente de una formación de milicianos llamada en su nombre como «Columna Durruti». Su muerte no quedó del todo clara, debido a que recibió un disparo por la espalda, lo que hace suponer que pudo haber sido asesinado por miembros cercanos a él.

  6. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, página 20.

  7. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, página 20.

  8. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, página 20.

  9. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ -1947 -Cadizpedia.

10. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, páginas 396, 400 y 401.

11. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 -Cadizpedia.

12. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, página 323. (Causa Judicial de Cádiz 197/1947).

13. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, páginas 323 y324.

14. LA NOCHE TRÁGICA DE CÁDIZ. José Antonio Aparicio Florido. Diputación Provincial de Cádiz, páginas 338 y 339.

15. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 – Cadizpedia.

16. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 – Cadizpedia.

17. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 – Cadizpedia.

18. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 – Cadizpedia.

19. LA EXPLOSIÓN DE CÁDIZ – 1947 – Cadizpedia.